Opinión | la comedia humana

Independencia judicial (y dos huevos duros)

La independencia judicial española, encarnada por ejemplo en ese cruzado inasequible al desaliento, espada flamígera de la justicia, paladín de las Manos Limpias que se Hacen Oír tanto, no acaba de ser creída por cada vez más ciudadanos. Tal vez a causa, por ejemplo (lo decimos algo acojonados, no nos vaya a imputar también en otro arrebato), del sin par juez Peinado, que ha hecho causa propia la persecución de cualquier delito que pudiera haber cometido la esposa del presidente del gobierno a partir de las denuncias presentadas por las dos peñas mencionadas, que se caracterizan por el respeto a sus derechos civiles para acabar con los de los demás.

Los Manos Limpias, que no dejan de Hacerse Oír, gastan tiempo y recursos en denunciar a diestro y siniestro; sobre todo a siniestro. Casi siempre pierden, pero aún perdiendo, ganan, porque de lo que se trata es de filtrar cada paso de la causa y fabricar la mierda que tanto les renta. Al parecer presentan sus denuncias ante la independencia judicial y de las Jons, para que les toquen ciertos jueces en el reparto. Y siempre aciertan, como en el caso de este juez cruzado, don Peinado.

Peinado prosigue la causa de la señora Begoña Gómez añadiendo nuevas y pintorescas inquisiciones cuando las anteriores se le caen, con tal denuedo que incluso hay profesionales que encuentran esta cruzada personal fuera de tino, de sentido, de medida justa. Mas este sujeto, como es juez y quiere y puede, sigue su bachata particular sin que nadie le ponga freno.

En estas va y sale una señora jefa recién nombrada de no me acuerdo qué otro tribunal y nos señala el respeto debido para la independencia judicial, como si fuera verdad semejante extravagancia, y nos pide, la ciudadana jueza jefa, en su reciente papel de jueza jefa, que nos callemos y hagamos como si la verbena de este sujeto, el ciudadano juez Peinado, tuviera que ver con un desempeño homologable del cargo. Se sabe, por experiencias múltiples, que la dignidad del cargo no garantiza siempre y en todo caso la de quien lo ostenta. El sacerdocio, por ejemplo, dicen los religiosos que es un sacramento que imprime carácter, pero han salido curas y frailes pedófilos a miles, nada menos. O sea, que ni la toga ni la sotana garantizan dignidades si no hay dignidad en quienes las visten. Y eso pasa, ya lo hemos visto: miles de pederastas ocultados por la sagrada institución. Sin embargo loado sea el cielo, no hay un juez corrupto; misterios de la naturaleza; jueces corruptos no constan. Seguramente gracias a la independencia judicial esa que dicen que hay.

El exjuez Garzón duda de la justicia en el reino unido de la independencia judicial. A otros, como a este servidor de ustedes, por ejemplo, no les cabe la menor duda entre las piernas sobre el tema. La mayoría judicial actuará conforme a derecho y dignidad, seguro; pero en las pistas centrales del circo mandan los que mandan. «Controlaremos el Supremo desde atrás» presumía y anunciaba el tal Cosidó, aquel julai que hizo de portavoz del PP en el Senado.

O sea, que un juez puede pasearse por la calle de Alcalá, con la falda almidoná y las causa apoyás en la cadera impunemente; y si se le antoja mata la mañana en presidencia del gobierno para averiguar si la señora Begoña Gómez es la esposa del presidente del gobierno, se le dice que sí, y apunta cuidadosamente el dato, recoge y se da otra vuelta hasta su despacho. Así echa la mañana, y a la tarde ya veremos lo que se nos va ocurriendo para seguir triunfando, que para eso soy juez de la independencia judicial y persigo el delito esté donde esté; y hasta donde no esté, que nuca se sabe. Bueno, o sí.

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