Opinión | SALA DE MÁQUINAS
‘Mansfield Park’
Mi amiga Espido Freire, experta en la obra de Jane Austen, podría, si se le pidiera concisión, definirla con una sola palabra: «contención». Es, en efecto, un milagroso ejercicio de contención el que Jane Austen desarrolla en sus novelas.
En Mansfield Park, por ejemplo, cuya nueva edición, a cargo de Ediciones Invisibles, con una notable traducción de Ana Mata Buil, saboreo con placer, disfrutando de la pericia de una autora innovadora en su época, y que hoy, aunque hayan transcurrido dos siglos, nos sigue fascinando por su capacidad de describir ambientes y penetrar en los corazones humanos. En los de las mujeres en especial, prácticamente opacos o cerrados a la indagación psicológica de una novelística anterior firmada casi invariablemente por hombres.
La heroína de Mansfield Park, Fanny Price, pone en pie un personaje femenino de una rigurosa honestidad, en el sentido de que cuantas virtudes, defectos, reacciones o pensamientos la autora le va suministrando concuerdan a la perfección y responden con lógica no solo a sus estados de ánimo, sino también con respecto a las interactuaciones con los demás miembros de su familia. Un clan abigarrado, con dos generaciones muy diferenciadas entre sí, que vive y disfruta el ocio y la pasión de la existencia de la aristocracia rural británica de principios del siglo XIX. Apellidos ilustres con amplias propiedades que recorrer a caballo o en calesa, y que ajardinar o plantar con los más diversos arbustos y frutos.
Pero, al margen de las actividades hortofrutícolas y sociales, de su manera de hablar, vestirse, relacionarse entre sí y, sobre todo, de su tradición de concertar matrimonios, resalta en Mansfield Park esa prospección en el carácter de una de esas chicas, Fanny Price. Reducida en principio, por su subalterno origen y por lo que erróneamente se podría interpretar como falta de carisma, al «patito feo» de la familia. No lo será, ni mucho menos, y de su determinación, personalidad y sensibilidad se irán, primero exhibiendo, después imponiendo al criterio del lector su rol cargado de representatividad, la de una mujer que sueña con abrirse camino en un mundo de hombres severos y de rígidas tradiciones, para conquistar su independencia y felicidad. Lucha nada sencilla en aquella época, y que Austen describe y resuelve con mano maestra.
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