Opinión | SALA DE MÁQUINAS
El arte de razonar
Decía Jorge Luis Borges que si no había incurrido en la tentación de escribir metafísica ni plasmar su visión cosmológica, fue debido a que Arthur Schopenhauer ya lo había hecho antes, y por él. Coincidiendo el genio argentino plenamente con la visión del pensador alemán.
Básicamente coincido también con Borges en considerar a Schopenhauer el filósofo que más se habría acercado a lo que podríamos entender como una interpretación acertada del universo. De hecho, su magna obra, El mundo como voluntad y representación, supuso seguramente el último gran esfuerzo, después de Kant y Hegel, por unificar las capacidades innatas de la mente humana con la recepción por parte de los sentidos de cuantos seres y objetos nos rodean en el espacio-tiempo. Como tantas veces ha sucedido con las obras visionarias, este preclaro tratado pasó bastante desapercibido en su época, debiendo transcurrir tiempo aún, incluso después de la muerte del pensador, para que la obra de Schopenhauer brillase a la altura de sus empíreos méritos.
La editorial Alma, en su colección Pensamiento ilustrado, ha publicado El arte de tener siempre razón, uno de los ensayos más lúcidos y, a la vez, sarcásticos, con que Schopenhauer fue extendiendo los objetos de estudio de su filosofía a otros muchos planos del entendimiento y la percepción.
El arte de tener siempre razón, que conviene leer con un lápiz a mano, para ir subrayando la cadena de conceptos que el autor encadena con la seguridad de quien domina la causalidad y la lógica, es un libro fascinante desde su primera línea, en la que comienza definiendo la «dialéctica erística» (arte de disputar, haciéndolo de tal manera que uno obtenga siempre la razón) hasta la última, una serie de apéndices en los que precisará el uso que los grandes pensadores de la antigüedad –Platón, Aristóteles, Cicerón...– confirieron a los términos «lógica» y «dialéctica». A menudo confundidos entre sí, pero que Schopenhauer se encargará de matizar.
A lo largo de este breve pero sustancioso ensayo, maravillosamente ilustrado, en esta bella edición de Alma, por Víctor Escandell, Schopenhauer sentará las bases del debate, la controversia, la discusión o la réplica... Imprescindible.
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