Opinión | SALA DE MÁQUINAS
Navarone y sus cañones
Para los aficionados al buen cine bélico no resultará un gran esfuerzo recordar aquella mítica película titulada Los cañones de Navarone, que protagonizaron Gregory Peck, David Niven y Anthony Quinn, dirigidos por J . Lee Thompson. La cinta, rodada en 1961, se inspiraba en la novela del mismo título, que el escritor escocés Alistair Maclean había publicado en 1957. El corto espacio de tiempo transcurrido entre el material literario y su versión cinematográfica da idea del enorme éxito que tuvo en los lectores; el mismo, de la mano de Hollywood, que iba a recaudar entre los espectadores.
El sello Zenda/Edhasa ha rescatado Los cañones de Navarone, refrescándolo con una buena traducción de Mariana Planas y poniéndolo a nuestra disposición para que podamos volver a disfrutarlo. Lejos de suponer una pérdida de tiempo –incluso en la circunstancia de que ya se hubiera leído–, hacerlo supondrá un verdadero placer y un nuevo o renovado reconocimiento al nivel, tensión, interés, precisión y alarde documental de aquellas novelas que, mezclando los aconteceres históricos con la técnica del thriller, supieron renovar el clásico relato histórico, hibridándolo asimismo con el formato de novelas de aventuras y generando productos tan atractivos como Los cañones de Navarone.
Digo «productos» en el buen sentido porque, en la medida en que van dirigidos a la generalidad de un público dispuesto a divertirse con la narración, lo son.
Así el autor, un Alistair Maclean nacido en las Tierras Altas de Escocia, enrolado en su juventud en la Marina Real (con la que combatiría en la II Guerra Mundial), para desempeñarse luego como escritor y profesor de la Universidad de Glasgow, siguió probando suerte en la novela popular y cosechando éxitos internacionales con títulos como El desafío de las águilas, El miedo es la clave o Estación polar Cebra.
En Los cañones de Navarone, MacLean plantea la acción de un comando aliado destacado a una isla del Egeo ocupada por los alemanes. El enclave isleño, de ficción, recuerda a Santorini, con enormes acantilados cayendo sobre el mar. Conquistar esa isla y anular los enormes cañones con que los nazis dominaban esa parte del Egeo constituirá una misión llena de suspense, emoción... y buena y entretenida literatura.
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