Opinión | EL COMENTARIO
Sertorio y Aragón
Hace apenas unas semanas, el arqueólogo zaragozano Francisco Romeo Marugán publicó un muy recomendable libro que, editado por la editorial Almuzara, lleva por título La guerra de Sertorio: Hispania y el ocaso de la República de Roma.
Un magnífico ensayo en el que el autor conjuga –con erudición y trabajo de campo– las fuentes escritas de la Antigüedad, con los hallazgos que los arqueólogos han realizado en numerosos yacimientos ibéricos y celtibéricos de la Península Ibérica y muy especialmente de Aragón.
De este modo, Francisco Romeo (de quien he tenido el privilegio de aprender de su excelente magisterio, al participar en algunas de las excavaciones arqueológicas que ha dirigido) propone al lector unas bien documentadas a la vez que interesantes y novedosas síntesis históricas que, por su carácter divulgativo, original estilo narrativo e inteligentes pinceladas de humor con que se nos presentan, bien podríamos encuadrar en el atractivo estilo del «periodismo histórico» (por cierto, no muy abundante y en esto EL PERIÓDICO DE ARAGÓN es una notable excepción, con su magnífica sección Entender + con la Historia, que coordina, desde hace ya algunos años, el historiador aragonés Sergio Martínez Gil).
El general Quinto Sertorio nació en Nursia, en la Sabina italiana, en el 121 a. C. Se encontraba en Roma cuando en el año 88 estalló la primera guerra civil entre los partidarios de Lucio Cornelio Sila (representante de los optimates, los ricos terratenientes) y Cayo Mario (del partido de los «populares») a quien apoyaba Sertorio. Vencedor de la guerra Sila, en el año 82 se proclamó dictador de la República de Roma, la cual quedaba transformada, de facto, en una monarquía.
En aquel mismo año, el Senado envió a Sertorio a la provincia de Hispania como gobernador. Una vez en la Península Ibérica, el sabino pronto se ganó la confianza de la mayoría de pueblos ibéricos y celtibéricos que la poblaban, hasta acabar convirtiéndose en un caudillo carismático que no tardó en levantarse en armas contra el modelo de República dictatorial instaurado por Sila.
Se desató así una cruenta y larga guerra civil –una guerra total– entre romanos, si bien no se libró en suelo italiano sino en la Península Ibérica, involucrando en la lucha (ya por devoción, ya por obligación) a decenas de miles de guerreros hispanos.
La Guerra de Sertorio (82-72 a.C.) dejó un registro de cenizas y carbones en la estratigrafía de decenas de yacimientos arqueológicos, que nos informa de la crueldad y devastación de la contienda. Así queda atestiguado en el poblado ibérico del Cabezo de Alcalá de Azaila; en el celtibérico de Contrebia Belaisca (Botorrita); en el ibérico de San Pedro (Oliete), con sus flamantes torreón y recinto amurallado; o en el de Borsao (Borja). La gran figura política que Sertorio pudo haber llegado a ser se truncó cuando, en el año 72, en el transcurso de un banquete que se organizó en su honor, –quizás en Bolskan, la Huesca ibérica– fue muerto a puñaladas por algunos de sus generales y personas de confianza, correspondiendo el papel de Judas al que había sido (ironías del destino) su mano derecha: el general Marco Perpenna, el cual, a su vez (quien a hierro mata...) sería ejecutado por el general Cneo Pompeyo el Magno, que en el año 71 dio por finiquitada la Guerra de Sertorio, asegurándose una prometedora carrera en Roma.
Sin embargo, cuatro años antes de su muerte, Sertorio había fundado una escuela en Osca (Huesca), destinada a «enseñar a ser romanos» a los hijos de las élites de los pueblos hispanos. Muchos siglos después, en el año 1354 y en recuerdo de aquel Collegium iuvenum de Osca, el rey Pedro IV el Ceremonioso crearía, también en Huesca, la Universidad Sertoriana, activa hasta 1845.
Y Sertoriana es también el nombre de la carrera popular, urbana y de montaña, cuya primera edición se celebró en Huesca el 16 de junio del año que acabamos de dejar, cuyo título y cartel evocaron al mítico general romano. Así mismo cada 14 de septiembre y desde hace ya 18 años, Sertorio vuelve a Sedeisken (la Azaila ibérica) a través de la festiva jornada cultural y de recreacionismo histórico que se celebra en la localidad turolense. Pero si quieren saber más sobre aquel legendario personaje y la apasionante y trascendental página de la Historia que escribió con su vida y sus hechos, no dejen de leer el magnífico libro de Francisco Romeo Marugán: La guerra de Sertorio.
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