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La expansión del yidamismo en África

En estos últimos años, diversos grupos yihadistas como el Estado Islámico del Gran Sahara (ISGS), Jama’at Nasr al-Islam Wal-Muslimin (JNIM), la franquicia regional de Al-Qeda, o Ansaroul Islam han ido arraigando en la franja del Sahel (borde o frontera en árabe), esto es, en Mauritania, Mali, Burkina Faso, Níger y Chad. Desde entonces, los gobiernos de éstos países les han ido haciendo frente con la Fuerza Conjunta del G5 y, dado que el Sahel se considera un punto sensible para la seguridad de Europa, diversos países, como Francia o España, entre otros, aportaron su apoyo militar.

En fechas más recientes, se está produciendo una expansión de los grupos yihadistas hacia las regiones del norte de los países costeros del Golfo de Guinea, esto es, hacia Benín, Togo, Ghana y Costa de Marfil y ello, a pesar de que éstos países, a diferencia de sus vecinos del Sahel, son más estables políticamente y tienen un mayor control de sus fronteras.

Para analizar esta situación, resulta esclarecedor el detallado informe elaborado por Óscar Garrido Guijarro, titulado La expansión del yihadismo desde el Sahel a los países del Golfo de Guinea (2023). Las causas de esta preocupante expansión, según Garrido serían, sobre todo, la existencia de una clara división entre las pobres regiones rurales del norte, carentes de servicios sociales, que sufren un desempleo masivo y una carencia de infraestructuras y de desarrollo económico, razón por la cual se sienten abandonadas por los Gobiernos centrales y por las élites urbanas del sur.

El malestar por la marginación que sufren los musulmanes de las regiones norteñas en estos países en los cuales se cuenta con una población cristiana numerosa y unas élites políticas, apoyadas por Occidente, y especialmente por Francia, la antigua potencia colonial, hace que los grupos yihadistas están siendo eficaces a la hora de explotar el resentimiento contra el Estado en las regiones fronterizas del norte de dichos países y, por ello, «están consiguiendo reclutar a jóvenes musulmanes con vínculos socio-étnicos con el Sahel» y controlar amplias zonas de estos territorios en las cuales han impuesto la Sharia, la ley islámica.

Esta situación está causando el incremento de acciones y ataques terroristas y que, según Reliefweb, entre enero de 2021 y septiembre de 2023, han causado un total de 505 incidentes violentos. Para hacer frente a esta situación, los países del Golfo de Guinea, dado que cuentan con ejércitos pequeños (de entre 10.000 y 16.000 hombres), mal entrenados y peor equipados, se han visto en la necesidad de fomentar las relaciones bilaterales regionales para llevar a cabo operaciones conjuntas y compartir información. Así surgió la llamada Iniciativa de Accra, mecanismo multilateral de cooperación en materia de seguridad establecido por Benín, Burkina Faso, Ghana y Costa de Marfil creado en 2017 y que cuenta con Malí y Níger como miembros observadores. La Iniciativa de Accra ha creado una fuerza militar multinacional con objeto de frenar la expansión del yihadismo, la cual cuenta con el apoyo aéreo y logístico de Nigeria, un país que también sufre el azote del terrorismo yihadista y, también de la Unión Europea, que aporta una financiación estimada en 135 millones de euros y que estudia el posible envío de una misión-civil militar con objeto de desplegar policías y soldados en los países del Golfo de Guinea. Ello se debe a que, como señala Garrido, «existe preocupación en los países europeos por que los grupos yihadistas expandan sus actividades en la región y desestabilícenlos países costeros del Golfo de Guinea». Especialmente importante es el caso de Costa de Marfil, la mayor economía de África Occidental que «es un escaparate de Occidente y, para los yihadistas, desestabilizar el país tendría un importante valor propagandístico».

A modo de conclusiones, Garrido es contundente al afirmar que la prevención de la amenaza yihadista en dicha zona «depende de decisiones y actuaciones de naturaleza militar, pero, también, de una mejor integración política y social de las poblaciones que viven en las regiones periféricas del norte» dado que es esencial “acabar con el sentimiento de marginalidad” que en ellas se siente y, así, «fortalecer la presencia social e inversora del Estado en las regiones septentrionales». Sin duda, la combinación de lucha antiterrorista y programas de progreso y desarrollo social de las regiones que se sienten marginadas es el camino para evitar que el yihadismo se expanda por esta región de África, que podemos sentir lejana, pero que, como ocurrió en el Sahel, supone una seria amenaza tanto para aquellos países, como para los valores y las democracias de nuestra Europa.

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