Opinión | firma invitada

EMMA RIVEROLA

De ellos será la tierra

Frente a los estados cada vez más amurallados, hay una humanidad errante que busca un lugar, que huye de guerras y se enfrenta a la muerte

El miércoles pasado, el Gobierno de Netanyahu y Hamás anunciaron un acuerdo de alto el fuego. Uno de los negociadores palestinos calificó el ataque que perpetraron contra Israel el 7 de octubre de 2023 como «fuente de orgullo para nuestro pueblo». ¿Orgullo? ¿El asesinato, las violaciones y los secuestros? ¿La provocación que dio la excusa a Netanyahu para arrasar la franja de Gaza y exterminar a más de 40.000 personas? La misma noche en que se hizo público el acuerdo, el Ejército israelí mató a 70 palestinos en la franja de Gaza. Entre ellos, 19 niños.

Sobre una tierra empapada de sangre, la partida sigue en marcha. El alto al fuego no va a detener la estrategia aniquiladora. A Hamás no le salió bien el 7-O. Esperaba la feroz reacción de Israel, pero también desencadenar una guerra en la región que acabara con el Estado judío. No fue así, pero Hamás no está muerto. Solo diezmado, y con una legión de nuevos soldados dispuestos a sumarse a la causa. A Netanyahu tampoco le ha salido como esperaba, la necesidad de no enemistarse con Trump le ha obligado a detener (al menos, por el momento) sus planes de exterminio, tan necesarios para su supervivencia política como para mantener su alianza con los sionistas más fanáticos.

En el inspirador Tierra de Babel (editorial Trotta, 2024), el filósofo Reyes Mate explora propuestas de patriotismo que escapen de la lógica aristotélica que vincula la humanidad de los individuos con la pertenencia a una polis (Estado-nación), visión que conlleva la exclusión del otro. Se detiene el autor en el filósofo judío Franz Rosenzweig y la alternativa de la diáspora: «Lo sagrado es la itinerancia, el camino, el éxodo, y lo perverso, el estacionamiento, la apropiación o identificación con el lugar». Asimismo, apela a la filósofa Simone Weil y su «patriotismo compasivo»: no se trata de tender la mano al otro, sino «de reconocer en la respuesta a la mano que nos tiende el necesitado, la posibilidad de una existencia lograda». También recoge la reflexión del exilio como patria verdadera de la filósofa malagueña María Zambrano: «Somos memoria de exilios». Y anima a pensar la patria de otra manera: «La renuncia a las señas de identidad que incluyen a los nuestros y excluyen a los otros sería el camino para encontrar el espacio vital de la convivencia».

Frente a los estados cada vez más amurallados, dispuestos a matar o a dejar morir por un pedazo de tierra que creen poseer, hay una humanidad errante que busca un lugar. Huyen de guerras como la de la Gaza y se enfrentan a la muerte como los que naufragan frente a las costas de Canarias. Según la ONU, en 2020 había 281 millones de migrantes en el mundo. La cifra no deja de ascender. Es pura ingenuidad, mezquina y cobarde ingenuidad, creer que las fronteras podrán blindarse. O encontramos un modo de compartir la tierra o los que huyen de las bombas, la muerte, el hambre y la falta de expectativas reclamarán lo que también les pertenece. No es una amenaza, debería de ser una oportunidad. n

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