Opinión | SALA DE MÁQUINAS

‘Nosferatu’

Uno de los problemas, o más bien de los enigmas del mal, es si existe o no.

Si la respuesta fuera la primera, esto es, de existir el mal en la tierra, ¿en qué forma o apariencia lo haría? ¿De un modo o imagen supra o subhumano?

¿Habría algún ente real, monstruo o diablo, que encarnase el mal? Además de, supuestamente, hacerlo, ¿podría demostrárnoslo, sugiriéndose a nuestra mente o apareciéndose ante nuestros ojos?

Las religiones han descubierto, denunciado o imaginado a numerosos sujetos del mal. Muchos creen en ellos.

La imaginación también los ha creado, destacando, como la gran estrella de un género muy popular, el conde Drácula. Encarnación del mal con apariencia humana a veces, pero que, al caer la noche e introducirse en su ataúd, se transforma en murciélago.

Humano, pero vampiro...

Hablando de vampiros... ¿Cuál es la diferencia entre Nosferatu y Drácula? Sutil pero clara. Aunque ambos sean de estirpe vampírica, es el primero quien mantuvo desde el principio un aspecto más repulsivo, mientras el segundo combinaba la elegancia con la repulsión.

En la versión fílmica de Nosferatu, el monstruo, al igual que el conde, habita en el mismo castillo transilvano que Bram Stoker inventó para el diabólico aristócrata, pero, como en la primera versión cinematográfica de Murnau (convertida en un reverenciado título de los pioneros del séptimo arte), la bestia aterra al espectador desde el primer momento. No solo a los ocasionales espectadores, también a los habitantes fijos de aquellos burgos rumanos y ciudades alemanas por las que transcurre la acción.

La nueva versión cinematográfica de Nosferatu, dirigida por Robert Eggers, se esfuerza por aportar algo a la larga pero irregular trayectoria del género de terror de ultratumba. Si lo consigue o no, serán los más conspicuos «draculianos» quienes tengan la última palabra, pero de lo que no hay duda es de que su guionista no tiene ninguna acerca de la existencia del mal en forma de bestia diabólica, aunque de forma humana, que se alimenta de la sangre, del miedo y de la superstición del hombre (sobre todo, de las mujeres). Por los siglos de los siglos, Nosferatu...

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