Opinión | Guerra en Oriente Próximo
Tregua en el alero
Netanyahu es un “presidente de guerra” que siempre ha antepuesto la “victoria final” en Gaza sobre la liberación de los rehenes

Palestinos rezan el viernes cerca de las ruinas de una mezquita destruida por los ataques aéreos israelíes en Jan Yunis. / LAP
La tregua en Gazaes una buena noticia que hay que coger con pinzas porque se ha decidido en Washington y no en Jerusalén. El tándem Biden/Blinken ha presionado para apuntarse el tanto antes de la toma de posesión de Trump, mientras que éste afirma sin rubor que se ha conseguido gracias a sus amenazas de desencadenar allí el infierno si el asunto no se resolvía antes del día 20 de enero. La prueba es que lo ahora acordado es esencialmente lo mismo que Biden propuso sin éxito el pasado mes de abril, cuando incurría en la contradicción de pedir un alto el fuego por razones humanitarias mientras seguía dando a Israel la munición que necesitaba para mantener su ofensiva.
Hamas está exhausto pero no derrotado y la prueba es que sus guerrilleros resurgen todos los días entre ruinas que los israelíes daban por “pacificadas”, que los soldados no han sido capaces de encontrar y liberar al centenar de rehenes que aún siguen en cautividad y que, por increíble que parezca, Hamas sigue reclutando gente porque cuando tienes a diez terroristas y matas a dos te quedan... veinte. Las ideas no se matan a cañonazos y lo que ocurre en Gaza solo se explica, como bien dijo António Guterres, secretario general de Naciones Unidas, en el contexto de “56 años de ocupación asfixiante”. Pero Hamas está destruida y agotada, ha perdido apoyos de Hizbolá, Siria e Irán y necesita tiempo para recuperarse. Quiere la tregua.
Otra cosa es el gabinete israelí: Netanyahu no tiene prisa en acabar la guerra porque sabe que traerá consecuencias que él no desea: una comisión de investigación sobre los fallos de seguridad del trágico 7 de octubre que costó la vida de 1200 israelíes y la cautividad de un par de centenares, la demanda de elecciones anticipadas, y la pérdida de la inmunidad ante acusaciones de corrupción que pueden llevarle a la cárcel. Por eso Netanyahu es un “presidente de guerra” que siempre ha antepuesto la “victoria final” en Gaza sobre la liberación de los rehenes. Tampoco quieren la tregua al menos dos de sus ministros de los que depende la coalición de gobierno: Itamar ben Gvir, líder del partido Poder Judío que cuenta con 6 escaños en la Knesset y Bezalel Smotrich, líder de Sionismo Religioso que cuenta con siete. Son nacionalistas extremos que exigen la destrucción de Hamas y la anexión de Gaza y Cisjordania. Ben Gvir ha dejado el gobierno en protesta por la firma de la tregua pero mantiene el apoyo parlamentario de sus diputados y eso permite a Netanyahu mantener su holgada mayoría parlamentaria. Por su parte Smotrich sigue también en el gobierno pero advierte que lo dejará si dentro de 45 días, al finalizar la primera etapa de la prórroga, no se reanuda la guerra hasta la victoria final. Esta tregua prevé la retirada parcial del Ejército de las zonas más pobladas, la liberación de un tercio de los rehenes y de centenares de palestinos en cárceles israelíes, y la entrada de 600 camiones diarios con ayuda humanitaria. Pero acaba en 45 días. Si entonces Ben Gvir y Smotrich le retiran su apoyo parlamentario Netanyahu perderá la mayoría que le permite gobernar y eso no lo desea. Sobrevive, pues, con la espada de Damocles sobre su cabeza.
Y como lo sabe, para contentar y entretener a los más nacionalistas de su coalición que amenazan con romperla, ha lanzado una ofensiva sobre Cisjordania en apoyo de los colonos más radicales que ya ha provocado muertos y detenidos entre los palestinos de Jenín, que cada día ven cómo les arrebatan más tierras de lo que esos radicales consideran que es Judea y Samaria, las tierras que Yahvé dio al Pueblo Elegido, sobre las que ahora esperan que Donald Trump reconozca su soberanía como ya hizo con los Altos de Golán. Netanyahu también quiere que Trump convenza a Arabia Saudita para que normalice relaciones con Israel, y que EEUU una sus fuerzas a las de ambos para frenar la nuclearización de Irán y sus actividades de desestabilización regional.
La conclusión es que la tregua funcionará por ahora pero su prórroga dentro de 45 días es más que dudosa. Mucho me temo que una vez más la crisis se cerrará en falso, olvidando que no habrá seguridad para Israel sin justicia para los palestinos y esa no se vislumbra en el horizonte.
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