Opinión | EDITORIAL
El caso Rubiales llega a juicio
20 de agosto de 2023, la selección femenina de fútbol se proclama por primera vez campeona del mundo en Sídney. En el campo, las deportistas celebran una victoria que va más allá del marcador, es un hito en la lucha por la igualdad en el deporte. En el palco de honor, Luis Rubiales, presidente de la Federación Española de Fútbol, celebra su euforia agarrándose sus genitales. Más tarde, en la ceremonia de entrega de medallas, sujeta la cabeza de Jenni Hermoso, la número 11, y le estampa un beso en los labios. La estupefacción por el gesto pronto deviene una oleada de indignación. Hoy comienza el juicio por ese beso no consentido y por las coacciones posteriores.
Igual que la gesta futbolística marcó un antes y un después en el fútbol femenino y, por extensión, en el deporte femenino en general, el eco internacional del escándalo y la solidaridad con Hermoso supuso el estallido de una versión particular del MeToo. Se acabó fue el grito de las jugadoras, exigiendo respeto y devino un grito feminista contra el abuso de poder que consiguió el respaldo mayoritario de la sociedad.
Una lucha por la igualdad y la dignidad que cristalizó en 2023, pero que ya llevaba años desarrollándose. En la memoria de una generación anterior de futbolistas permanece el trato vejatorio, la falta de profesionalidad y el despotismo del exseleccionador nacional, Ignacio Quereda. Durante 27 años, ejerció el pleno dominio de la selección, sometiendo y humillando a las futbolistas en un clima de terror. No fue hasta 2015 que las jugadoras internacionales hicieron pública una carta de denuncia y forzaron su dimisión. Años más tarde, en 2022, el caso Alhama volvería a destapar situaciones de ofensas y acoso por parte del entrenador del equipo murciano.
El juez de instrucción del caso Rubiales dio vía libre al juicio, al considerar que el beso se produjo de «manera sorpresiva e inesperada». En el banquillo también se sentarán tres imputados más. Entre ellos, el entonces seleccionador Jorge Vilda, quien supuestamente advirtió al hermano de Hermoso de que si la jugadora no manifestaba públicamente el carácter consentido del beso «experimentaría perjuicios en su carrera profesional». El caso Rubiales ejemplifica una concepción machista de la sociedad, en la que el hombre tiene la capacidad de elección y la mujer debe someterse a su voluntad. Pero ese tiempo ya ha pasado. Las futbolistas, el feminismo y la sociedad en general ya no aceptan esas normas pretéritas de juego.
El beso no consentido de Rubiales abrió un intenso debate social y dejó algunas lecciones. Los intentos de minimizar la agresión fueron acallados ante el clamor social. El silencio de otros futbolistas hombres o, aún peor, los aplausos que recogió el expresidente en su intento de tergiversar los hechos ante la cúpula de la federación quedan para la historia de la vergüenza. Y la denuncia de Hermoso ante la fiscalía representa un importante avance, que ayuda a otras víctimas a identificar situaciones de abuso de poder y de violencia sexual y anima a alzar la voz.
El Se acabó ya forma parte de una memoria colectiva que no hubiera podido consolidarse sin los avances del feminismo y sin el sufrimiento y el coraje de anteriores generaciones de futbolistas y deportistas en general. Es la suma de tantas luchas las que ahora conducen a Rubiales ante los tribunales.
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