Opinión | SALA DE MÁQUINAS

Brutalismo

A muchos ha sorprendido o sorprenderá el éxito popular y difusión de esta película, nada comercial en sus planteamientos, aunque ciertamente filmada a la manera de los grandes estudios y de las grandes producciones a la caza del dólar. Pero en su base, en su tema, trama y desarrollo episódico apenas hay concesiones a lo que podríamos entender por el gusto contemporáneo del gran público. Colándose, al contrario, por los intersticios de su arquitectura narrativa (y nunca mejor oportunidad para hablar de «arquitectura») modos de relatar más arriesgados, voces sinuosas, políticamente incorrectas, que hablan de racismo, hipocresía y crueldad… haciéndolo impunemente.

En esencia, la historia de El brutalista nos enfrenta a un drama ciertamente doloroso, donde la angustia de los personajes, una familia de emigrantes húngaros que consigue huir de la Alemania nazi y refugiarse en los Estados Unidos, no se verá paliada por las dulzuras del destino ni por las concesiones del país de acogida.

El protagonista, un arquitecto con nuevas ideas, encarnado por Adrien Brody, deberá trabajar como albañil hasta conseguir la primera oportunidad de elevar algo propio, un edificio con su firma en suelo norteamericano. Lo hará gracias a la fundación privada de una familia con la que anuda relación, pero que realmente lo pondrá a su servicio de un modo tan interesado que acabará prácticamente esclavizándolo, anulando progresivamente su talento y reduciendo su libertad creativa a una situación apenas un poco mejor a la sufrida durante la ocupación nazi. Sus ideas artísticas, no obstante, irán aflorando en forma de arquitectura «brutalista», aquella que, buscando otra estética, una cierta trascendencia o espiritualidad de las formas respeta la pureza de los materiales sin apenas concesiones decorativas. En esa lucha entre sus diseños y los recortes que le impone la empresa una serie de metáforas se elevarán ante los ojos del espectador, más amargas a medida que el arquitecto húngaro y su familia se hundan en el barro de un nuevo mundo que no los quiere: símbolos de libertad, ansias de dignidad, de igualdad… Una película poco complaciente, ya digo, que ensaya otra narrativa, con sus altibajos argumentales, con un estilo diferente de filmar y con originales movimientos de cámara… Y que gustará o no, sin término medio.

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