Opinión | EDITORIAL

Guerra arancelaria con alto el fuego

Donald Trump ha puesto en estado de alerta la economía global con el castigo arancelario que hoy entra en vigor para China, corregido parcialmente con las moratorias de un mes acordadas con México y Canadá pero con la amenaza aún pendiente de imponer gravámenes a la UE en los próximos días o semanas. Las primeras consecuencias de su gesto han sido la revalorización del dólar frente a todas las divisas fuertes, la depreciación de las criptomonedas, los números rojos en las bolsas, el leve encarecimiento del petróleo y la amenaza de un repunte de la inflación, especialmente en Estados Unidos, pero no solo allí.

Era sabido que el proteccionismo de Trump iba a desencadenar reacciones de ese tenor, pero, llegado el momento, los mercados se han comportado entre la contención y la alarma, temerosos de que se desencadene no solo una ruptura del espacio de comercio entre EEUU y sus dos vecinos sino una guerra comercial de grandes proporciones con China y la Unión Europea.

Todas las previsiones de crecimiento económico para 2025 quedan de momento sometidas a revisión, al tiempo que asoman riesgos de recesión. «La guerra comercial más tonta de la historia», como la ha descrito el conservador The Wall Street Journal, amenaza con poner en pie una suerte de autarquía 2.0 de consecuencias imprevisibles, cortocircuita las normas esenciales establecidas por la Organización Mundial de Comercio y obliga a revaluar sus políticas monetarias a los bancos centrales. Se trata de un reflejo de elemental prudencia porque está por ver cuál será el efecto real de las medidas que adopte Trump a partir de ahora.

El precio que pagan México y Canadá para evitar provisionalmente la imposición de un arancel del 25% permite medir cuál es la verdadera naturaleza de la diplomacia transaccional que pone en práctica Trump: la presidenta Claudia Sheinbaum y el primer ministro Justin Trudeau se han comprometido a reforzar el control fronterizo y el combate a los carteles y el tráfico de fentanilo.

Dentro de un mes sabremos si esta respuesta a los argumentos que Trump ha utilizado basta, si el presidente de EEUU exige nuevas imposiciones que sirvan para cumplir otro objetivo mucho más amplio, corregir los desequilibrios de la balanza comercial de Estados Unidos por la vía del proteccionismo o, incluso, si los acuerdos que se alcancen lleguen a ocultar, bajo una aparente victoria, un reconocimiento de lo inviable de sus propósitos iniciales.

Mientras, la UE sigue a la espera. «Cuando seamos el blanco, de manera injusta o arbitraria, la Unión Europea responderá con firmeza», ha advertido la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen. Queda por ver si se traduce en hechos la determinación del Consejo Europeo de dar una respuesta conjunta. La posibilidad de que la Casa Blanca parcele el castigo arancelario por países, perjudicando a unos y favoreciendo a otros, puede ser un grave factor de división y de cuestionamiento del mercado único, de ahí que mantener la unidad sea una necesidad capital.

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