Opinión | SALIDA DE EMERGENCIA

Pepe Mujica

El expresidente uruguayo sigue siendo un hombre lleno de palabras sabias en un momento donde lo que más faltan son palabras sabias

Tras escuchar el domingo a Pepe Mujica charlando con Jordi Évole una siente que hay cosas que dejan de ser importantes. O de repente se vuelven importantes. El expresidente uruguayo, que languidece en su Rincón del Cerro allá en Montevideo y asume el final de un camino, sigue siendo un hombre lleno de palabras sabias en un momento donde lo que más faltan son palabras sabias. Es Mujica un hombre hondo en el sentido más pleno de la palabra y siempre reconforta oírle hablar de la vida, porque la vida es un camino que no tiene vuelta atrás y es mejor mirar de frente cuando existe algo de lo que poder enorgullecerse. Incluso cuando tal hallazgo jamás se alcanzó también es preciso mirar hacia adelante y saber juzgar la vida con sensatez y sin demasiado remilgo, ni culpas añadidas, aun cuando estas sean reales. Dijo muchas cosas Mujica, habló de la poesía de la vida y de la ingratitud con la que estamos o están tratando al planeta aquellos que debieran cerrar las puertas de todas las casas blancas y aislarse en un lugar donde solo la leña calienta el hogar y al alma. Habló de la vida, de la cárcel, de su ideología y pensamiento político y de todo ello una entiende por qué Pepe Mujica será recordado como un ser superior, porque simplemente vive una vida de verdad, armada en sentimientos eternos, serenos y lejos de vanidades y egos que hoy en día son el gran y falso mensaje al que nos enfrentamos a diario.

Una hora no es suficiente O sí. A veces una hora sirve para arrebatar vidas sin sentido y en esa misma hora otros las salvan con todo el sentido y también en una hora un hombre de 89 años acaricia el final de un momento con el recuerdo y la palabra más o menos acertada, pero siempre con la sabiduría con la que se viste la humildad y con la que se maquillan las cosas que no buscan doler ni castigar, solo estar. Es bonito ver a un hombre tranquilo y es bonito ver a una mujer tranquila y es valiente ver cómo a veces las cosas pueden hacerse de otra manera, lejos de lujos, de excentricidades, porque lo más excéntricamente bello es mirar a la vida sin miedo y vestir lo cotidiano con una sombra de tristeza y sin nada de maquillaje, ni abrigos caros, ni lugares cerca del espacio donde nadie en su sano juicio quiere estar. Porque con tener una casa cerca de los tuyos es suficiente, aunque sea pequeña, pero siempre bien ventilada y con una ventana abierta hacia el futuro, que, aunque a algunos les pese, es de todos.

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