Opinión | SALA DE MÁQUINAS

¿Conciencia pública?

Una de las representantes de la escuela experimental de la psicología americana, la psicóloga Margaret Floy Washburn, creía que la introspección era el único método para alcanzar el objeto de conocimiento. En esa línea, desarrollaría su teoría bautizada como la «conciencia motriz». Entre otras consideraciones ontológicas, Washburn deduciría que «por debajo de cierto mínimo de excitación y por encima de cierto grado, la conciencia se debilita».

Esto es: como el calor o como el frío, como la fiebre o la piel, la conciencia humana tiene «grados». Por tanto, se puede medir.

¿Quizá también se pueda curar, corregir...?

En cualquier caso, esta teoría de los empiristas norteamericanos intentaba explicar el porqué de la fugacidad de las impresiones generales en el seno de una opinión pública, masa social o moderna sociedad (la nuestra, pongamos por caso). A nivel de la toma de conciencia de todo un país (centrémonos en España) una simple anécdota, un caso sin relevancia, sin recorrido judicial obviamente no lograrían motivar esa conciencia, pero, ¿y si tampoco lo hiciese un acontecimiento que se repitiera en exceso, hasta dejar de interesar a la gente por efecto de su reiteración?

¿Como, por ejemplo, la corrupción?

¿Y si, como sugirió la psicóloga Washburn, el exceso de corrupción, esa inmensa y negra nube de malas noticias que oscurece en España la luz de la ética, estuviese anulando la «toma de conciencia» por parte de la opinión pública, o limitándola a tan cortos períodos de tiempo que su efecto no permitiría erradicar las malas prácticas?

Prueba de que podría ser así, es que en un momento como el actual, con graves indicios de degeneración moral en los grandes partidos e instituciones relevantes (Fiscalía General del Estado), se percibe, en cambio, y en forma de pasiva resignación, una progresiva «aceptación» por parte del pueblo frente a los errores del poder (Illa, con el covid; Sánchez, con Junts; Mazón, con la DANA…).

Por debajo de un nivel mínimo, no habría efecto en la opinión. Por encima de otro máximo, tampoco. Pecando por defecto o exceso, el pecado puede no resultar tal, o ser perdonado.

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