Opinión | A CONTRALUZ

Muerte por inanición

Ha pasado el mes de enero, y con él llegaron las inscripciones indiscriminadas a gimnasios, las rebajas o las dietas milagro. Y en esa lista de sinfín de habituales desde hace unos años se cuela, ya en estas fechas, otra preocupación entre quienes tenemos hijos muy pequeños: el elegir colegio.

Lo cierto es que antes este tema de conversación entre madres y padres que compartimos parques infantiles solía darse más entrado el año. Pero a poco que paseen por las calles de Zaragoza, se darán cuenta que la pugna por conseguir alumnado no se fía a la primavera, pues las vallas publicitarias de nuestra ciudad, espacios radiofónicos y redes sociales ya están llenas de anuncios publicitando los centros escolares privados y privados-concertados.

Esto es entendible, pues con la reducción de la natalidad actualmente hay más plazas que niños, con lo que los centros privados necesitan poner toda la carne en el asador para mantener el nivel de matrículas que les garantizan ingresos suficientes para mantenerse abiertos o mantener el concierto. No voy a criticar hoy estas estrategias de márquetin, pues me parecen una práctica completamente lógica dado el modelo por el que se ha optado en este país: de competición por el servicio educativo, como si fuera un bien de mercado, permitiendo la competencia de empresas privadas con el servicio público ofertado por el Estado.

Pero sí que me gustaría poner el foco en cómo están respondiendo nuestros gobernantes a esta estrategia, dado que, en teoría, son quienes deberían velar por el mantenimiento en las mejores condiciones de la res pública, lo que es de todos.

Y es aquí donde pongo el grito en el cielo, pues lejos de coger el guante que les está lanzando la educación privada y privada-concertada con sus planes de actualización, lo cierto es que están dejando a la educación pública quedarse atrás. Una suerte de muerte lenta por inanición, lo cual resulta todavía más aberrante con el aumento presupuestario del 33 % en tres años acordado en el último presupuesto del gobierno del sr. Azcón para financiar a la educación concertada.

Por si a alguien le apetece esgrimir que esto que planteo carece de sustento fáctico, alegando que los presupuestos incluyen numerosas partidas para la adecuación y construcción de nuevos centros públicos en los barrios nuevos de Zaragoza, diré que sólo faltaba, pues demasiado burdo hubiera sido lo contrario. Pero potenciar la educación pública no es sólo construir aularios, es leer las necesidades de las familias y entender lo que los padres y madres buscamos cuando hacemos la tournée para elegir colegio, y trabajar y presupuestar para implementarlo.

Y eso es algo que la concertada está sabiendo trabajar muy bien (con el dinero de todos, no lo olvidemos), haciendo una apuesta fuerte por la mejora de instalaciones pero también de proyectos educativos en la etapa de Infantil, que es donde captan al alumnado que más adelante les seguirá abonando las aportaciones «voluntarias». No en vano, quienes transitamos el camino de las actividades infantiles habremos podido observar cómo en los últimos años numerosos colegios privados sostenidos con fondos públicos han abierto lo que se llama en la jerga educativa «aulas sensoriales», donde realizan actividades no sólo para los alumnos, sino también por las tardes y fines de semana, a las que las familias zaragozanas –ávidas de que estimulen a nuestros hijos cosas distintas de la tele y la tablet– acudimos en una suerte de peregrinación. Y, de paso, pagamos por la actividad y conocemos las instalaciones y proyecto del colegio. Un dos en uno: ingresos y publicidad. Del mismo modo que no resulta de extrañar que prácticamente ningún colegio concertado haya adoptado la jornada continuada y todos continúen con la jornada partida; porque más allá de lo deseable, lo cierto es que la realidad laboral hace que muy pocas familias podamos conciliar nuestras jornadas laborales con la escolar continuada sin hacer verdaderos malabarismos u optar por trabajar menos horas; o que los coles públicos sigan sin dar respuesta suficiente a una de las preguntas más realizadas en las jornadas de puertas abiertas: cómo gestiona el colegio la falta de control de esfínteres (vaya, que quién cambia al peque si se hace pis o si aún lleva pañal). Y mientras la concertada oferta personal auxiliar en las aulas para asearlos, en la pública te dicen que tendrás que ir tú a cambiarlo, aunque estés trabajando, porque no pueden hacerse cargo al no contratar la DGA a los auxiliares.

A eso me refiero con muerte por inanición de un servicio público; y mientras nos lo desmantelan, casi agradecemos tener una alternativa, sin darnos cuenta de la competencia desleal en la que nos han metido.

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