Opinión | TEJIENDO PALABRAS
Dinamización rural: ¿para qué?
La semana pasada comencé a compartir mi experiencia y conocimiento en un breve curso de 30 horas que me ha pedido la UNED en colaboración con la comarca Campo de Daroca. El título: Animación sociocultural en el medio rural. Se trata de fomentar el dinamismo y el desarrollo de las áreas rurales. El programa se ha diseñado para formar a las personas vinculadas al medio rural, con el objetivo de contribuir al desarrollo personal y colectivo de quienes desean trabajar como dinamizadores rurales en los pueblos. Todavía me encuentro con muchas personas que cuando oyen hablar de animación sociocultural lo asocian única y exclusivamente con acciones lúdicas, incluso hay quien lo entiende como esos bailes de chicas gogó que animan a la gente para que haya jaleo y diversión. Nada más lejos de la realidad.
La promoción y el desarrollo sociocultural de los pueblos rurales se puede realizar desde los postulados de la animación sociocultural, que hunde sus raíces en una teoría y praxis que se impulsó a mediados del siglo pasado en países europeos como Francia, Suiza, Reino Unido o Alemania, con el objetivo de levantar del desastre a una Europa derruida física y socialmente; y en países latinoamericanos como Brasil, donde Paulo Freire, pedagogo y filósofo, propugnó la pedagogía crítica, con la idea de que la educación fuese el motor que posibilita la concienciación social y libera al oprimido.
Hoy, en los años veinte del siglo XXI, la animación sociocultural como acción educadora sigue siendo una herramienta capaz de promover acciones de dinamización rural, posibilitando dinámicas operativas de trabajo grupal que permiten analizar la realidad para transformarla. Los procesos socioculturales se enmarcan en una serie de acciones que podemos calificar como políticas de animación sociocultural, es decir, como estrategias de trabajo basadas en metodologías participativas y de compromiso social y de mejora de la realidad rural. Por eso, los problemas que se vienen arrastrando relacionados con la despoblación, la falta de gente joven, el transporte público, la atención geriátrica, la agricultura, la sanidad, la educación, la cultura, o la ecología entre otros, deben ser objeto de análisis por la propia población afectada, que, siendo consciente de su complejidad rural, se dispone a estudiarla, generando procesos de diálogo, de reflexión y de crítica constructiva. En definitiva, son desarrollos endógenos que conducen al protagonismo y a la autoorganización de la población.
Con esta descripción me propongo en este artículo sugerir a los ayuntamientos, comarcas y diputaciones provinciales, como entidades locales más próximas al ciudadano, que reconsideren sus políticas socioculturales en los pueblos rurales, que posibiliten la participación activa y el desarrollo endógeno de la población, que cooperen con recursos humanos y ayudas económicas para que desde el seno de la sociedad civil organizada se desarrollen acciones que posibiliten el desarrollo rural. Por eso, en este curso se pretende que los participantes adquieran una formación que les permita trabajar como agentes sociales de dinamización rural, o lo que es lo mismo, como animadores socioculturales. Lo pueden hacer desde las asociaciones rurales, los colectivos sociales, las fundaciones, las federaciones, las escuelas, las organizaciones profesionales... en definitiva, desde cualquier entorno social inmerso en el territorio.
En Aragón tenemos muchas entidades sociales que promueven el desarrollo rural, entre ellas podemos enumerar algunas que conozco bien y trabajan desde la animación rural, tales como los grupos de acción local, las aulas de Educación de personas adultas, las escuelas familiares agrarias, los colectivos sociales como Cavaragón, Cosoval, 87 Razones, Culturalgrío y muchas asociaciones rurales que en el seno de sus pueblos promueven y desarrollan acciones sociales, culturales, educativas y económicas.
En definitiva, sería bueno que, de manera sistemática, la animación sociocultural se vea como una forma de intervención social en los pueblos rurales, sabiendo que con ello se posibilita el desarrollo personal de la gente y se contribuye al desarrollo colectivo y comunitario, desde unas prácticas activas, participativas, democráticas, que fomentan la reflexión crítica, los valores culturales y la acción transformadora.
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