Opinión | FIRMA INVITADA
Elon Musk y la IA
Que en esta época hayan coincidido el ultraliberalismo totalitario representado por el binomio Musk-Trump en el plano político y la locura ultraracionalista representada por las diferentes IA en el plano científico-técnico es una muestra del descomunal desvarío en el que anda embarcada nuestra civilización.
En el primer caso, el desvarío tiene que ver con la presunción de que se puede hacer cualquier cosa con las gentes: desde comprar las que haya en Groenlandia hasta expulsar las que queden en Gaza pasando por deportar o enviar a Guantánamo las que sobren dentro. En eso consiste la divisa de hacer grande de nuevo a América, ya copiada por la ultraderecha europea. El desvarío tiene que ver con el olvido protagonizado por la política de aquello que la constituye y que no son sino las gentes, entendidas como algo heterogéneo, dinámico y situado que tiene un carácter radicalmente indefinido. Lo que la política ha perdido es, en definitiva, la humildad y honestidad necesarias para reconocer sus orígenes, en lugar de ignorarlos y despreciarlos, como hace el monstruo bicéfalo Elon-Trump
En el segundo caso, el desvarío consiste en creer que se puede conocer absolutamente todo con máquinas que desprecian la ignorancia constitutiva de nuestra especie, así como la importancia de la imaginación, la enorme polisemia de los símbolos y la posibilidad de que todo ello nos informe de otro modo de ser del mundo. Un ejemplo. En el mundo antiguo, la naturaleza, fue representada por Isis en Egipto y Atenea en Grecia. Su imagen mostraba tres pechos que daban cuenta de su función nutricia, pero también había un velo sobre el rostro de la diosa. Debajo estaba escrito: «Yo soy todo lo que ha sido, lo que es y lo que será y mi velo jamás lo levantó un mortal».
Ante el velo y lo que oculta, nuestra especie ha tenido dos clases de reacciones. Una prometeica, consistente en arrancarlo para racionalizar científicamente y explotar económicamente lo que haya tras él. La otra reacción ha sido órfica. Está relacionada con el reconocimiento de los misterios de la existencia y no tiene nada que ver con el poder sino con la hipnótica seducción que la naturaleza nos hace llegar a través del velo. De ahí que la actitud más apropiada no sea el dominio sino el asombro y la veneración. Por eso decía Goethe: «lo que ella no muestra a tu espíritu no lo puedes forzar tú con palancas y tornillos». Imposible que la IA lo entienda.
También podría decirse de las gentes que están cubiertas por un velo y que, frente a la voluntad de hacer con ellas lo que a la política le plazca, sería más sensato que se asombrara de su existencia. Por eso decía Lao Tse: «Yo nada hago y el pueblo vuelve a la autenticidad del tronco no troceado». Imposible que el Bicéfalo lo entienda.
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