Opinión | EDITORIAL
Aragón, tierra de talento y tierra de cine
Aragón es tierra de cine, en esta comunidad han nacido genios universales como Buñuel y grandes cineastas como Segundo de Chomón, Carlos Saura o Florián Rey. Desde sus orígenes, hace ya más de un siglo, este territorio mantiene un idilio permanente con el séptimo arte como así lo atestigua la película Salida de misa de doce del Pilar de Zaragoza, una de las primeras grabaciones de las que se tiene constancia a nivel nacional. Y la relación continúa. Con los reconocimientos que han cosechado este fin de semana La estrella azul y La Virgen roja, los profesionales aragoneses atesoran ya un total de 21 Goyas.
Carlos Saura estrenó la nomina de premiados en 1991 con tres galardones por su película Ay, Carmela: mejor dirección, mejor película y mejor guion adaptado. La Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España otorgó a José María Forqué el Goya de honor en 1994. En 1995, Mercedes Gaspar inauguró la categoría de cortometraje de animación y en 2001, José Luis Borau se llevó el reconocimiento a la mejor dirección.
Los quince últimos cabezones han llegado a Aragón en las doce ediciones más recientes. La buena racha comenzó con Gaizka Urresti en 2014. Le siguieron Luisa Gavasa (2016), Isabel Peña (2019), Nata Moreno y Carla Pérez Albéniz (2020). En 2021, Pilar Palomero ganó tres con su película Las niñas. La edición de 2023 resultó excepcional, además del Goya de honor de Carlos Saura –fallecido dos días antes de la gala– , Isabel Peña, Yasmina Praderas y Gaizka Urresti con Paula Labordeta se trajeron a casa otros tres galardones. En la edición del pasado año no hubo ningún premiado y este fin de semana, Arantxa Ezquerro, Pepe Lorente y Javier Macipe han conquistado tres Goyas en la ciudad de la Alhambra.
Cada año es más frecuente que películas o profesionales aragoneses opten a algún reconocimiento en cualquiera de las categorías de los Premios Goya. Este momento dulce que vive la industria del cine se sustenta sobre todo en el gran talento que derrochan los creadores de la comunidad. Las instituciones públicas se van concienciando del potencial que tiene el sector y año tras año le ofrecen un mayor apoyo, aunque aún queda mucho trabajo por delante para conseguir la consolidación de un tejido audiovisual, que actualmente solo representa el 1% del PIB aragonés. Proyectos como la Ciudad del Cine de Zaragoza, que abrirá sus puertas en 2026, son muy positivos pero deberían ir acompañados de cambios normativos y de una mejor financiación para dar ese gran paso que el talento de los cineastas aragoneses se merece.
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