Opinión | SEDIMENTOS

 ¿Dónde están los niños?

La liberación de la mujer está lejos de satisfacer todas sus expectativas. Cuántas ilusiones, cuántos objetivos aún por cumplir, pese a los enormes avances logrados cuando se compara la situación actual de las féminas con la de hace solo unas pocas décadas; tiempos pasados en los que las propias leyes recluían a la mujer dentro de las cuatro paredes del hogar, sin derecho ni lugar para cualquier opinión ajena a las meras cuestiones domésticas. Solo algunas privilegiadas conseguían escapar de tal lastre, como Emilia Pardo Bazán, dotada de gran talento, bienes de familia y un marido ejemplar, sorprendentemente ajeno a los postulados y prejuicios de la época.

Hoy ya no se conciben grandes cortapisas a la hora de que una mujer elija un oficio, desarrolle una carrera profesional e incluso pueda acceder a cargos de responsabilidad en un notable grado de equiparación con sus colegas masculinos... al precio de retrasar su maternidad hasta una edad en la que la fertilidad se complica en extremo. Y aun ello con un elevado coste laboral, reducción de libertad durante la crianza y compromiso de su horizonte profesional.

Entretanto, ese maravilloso proyecto de dar vida a un nuevo ser se hace muy, muy difícil, según se eleva la edad de la futura mamá. El embarazo se torna una misión de riesgo, si no imposible, en tanto que las potenciales alternativas para enmendar las leyes biológicas pueden implicar, cuando no fracasan, sustanciales efectos secundarios que recaen exclusivamente sobre la mujer, la cual es también quien sufre en primera persona los trastornos y servidumbres de los enojosos tratamientos. Además, las esperanzas depositadas en estos recursos quedan defraudadas con frecuencia. Sea como fuere, en todo lo relacionado con la maternidad, la mujer sigue cargando con una mochila colmada de insoslayables injusticias.

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