Opinión | SALA DE MÁQUINAS

La verdad informativa

El periodismo «amarillo» está en la base de las actuales fake news. Empezaría a ejercerse inmemorialmente, pero fue asentándose en determinados países y estilos de informar. Durante la Revolución francesa, los panfletos resultaron un arma clave para derribar a Luis XVI. Mucho más recientemente, los tabloides británicos han venido practicando el amarillismo desde la Guerra Fría o esa otra más caliente librada contra la familia Windsor, de la que han publicado trapos sucios, pero a menudo sin pasarlos por la lavadora de la verdad.

El sensacionalismo busca aumentar la audiencia y difusión del medio. Si de espectadores hablamos, fueron las cadenas norteamericanas de tv las primeras que incorporaron a sus platós una manera de servir la noticia como si de un espectáculo se tratara, adornándola o graduándola a fin de hacerla más atractiva. Sin faltar enteramente a la verdad, pero sin contarla o revelarla en tiempo y forma. Bien troceándola, relacionándola con otros aspectos, condicionándola, matizándola, hasta hacer dudar: ¿cuál es la verdad?; ¿cuántas verdades hay?; ¿quién o quiénes las detentan...?

La película Septiembre 5 abunda en estas cuestiones utilizando como marco el ataque de un comando palestino contra atletas israelíes en las Olimpíadas de Munich 72. Se habían hecho antes otras versiones cinematográficas, escrito novelas del tema, pero esta nueva adaptación fílmica, dirigida por Tim Felhbaum, pone el dedo en la llaga del tratamiento informativo.

En la pantalla veremos transcurrir la acción –el ataque terrorista– desde el interior de los estudios de una cadena norteamericana destacada en la Villa Olímpica de Munich. Se encuentran los periodistas (en su mayoría deportivos), a doscientos metros del edificio donde los atletas israelíes permanecen secuestrados, pero el plano rara vez saldrá al exterior, pegándose las cámaras a los tableros de realización y, sobre todo, a las discusiones de los responsables de estar emitiendo a medio mundo acontecimientos en directo que implican la vida de los rehenes; la justificación (o no) del terror; la geopolítica internacional; y, sobre todo, el ejercicio de la libertad de prensa.

¿Contar la verdad o ganar audiencia?, he ahí la cuestión de Septiembre 5. Hoy, por desgracia, de plena actualidad.

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