Opinión | SALA DE MÁQUINAS
Basuras
Hasta que, en 2018, prohibió estas importaciones, China recibía el 85% de los plásticos procedentes de la Unión Europea. De todos los desechos exportados desde cualquier parte del mundo, el gigante asiático había recibido, a partir de 1992, la mitad de sus impresionantes tonelajes. A raíz de la prohibición, las exportaciones de USA a China –cientos y cientos de buques contenedores– cayeron un 92%. Las principales empresas norteamericanas de este sector quebraron. Sin embargo, lógicamente todos esos residuos tenían que almacenarse en algún sitio y su destino se fue redirigiendo hacia el sudeste asiático: Malasia, Indonesia, Sri Lanka, Vietnam...
En los últimos años, las exportaciones norteamericanas a un país como Tailandia han venido aumentado hasta un 2000%. En lugares como el valle del Klang sus habitantes empezaron a quejarse del mal olor procedente de las fábricas ilegales de reciclaje de plásticos. Muchas se cerraron por imposición de las autoridades locales, pero se reabrieron en otros lugares y pronto hubo de nuevo cientos de esas fábricas dedicadas a la clasificación y procesamiento de plásticos. Utilizan equipos básicos. Sus lavadoras desaguan en los ríos, contaminándolos. Sus vertederos se acumulan en las afueras y en los campos de cultivo de poblaciones rurales. Los desechos se queman de noche, quedando los suelos inservibles para la agricultura debido a las acumulaciones de plomo, cadmio y antimonio. Los plásticos que no se pueden reciclar se venden como combustible para fábricas de cemento o se utilizan en las de tofu para alimentar calderas. De este modo, y si se incumplen las normas y permisos medioambientales, la importación de plásticos contaminados puede ser muy lucrativa.
Todas estas reflexiones vienen contenidas en el formidable trabajo de investigación que Oliver Franklin-Wallis ha dedicado al destino de los residuos originados por las sociedades industriales. Su nuevo ensayo, Vertedero (Capitán Swing), reúne un pavoroso inventario de malas prácticas. Desde una incineradora instalada ilegalmente en un pueblo fantasma de Oklahoma hasta las alcantarillas de Londres, los vertederos de Ghana o los miles de recicladores que en la India se ganan el pan, Franklin-Wallis va sumando horrores, y denunciándolos uno por uno.
Una lectura estremecedora y necesaria sobre el tratamiento de las basuras y desechos industriales en este globo saturado de contaminación.
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