Opinión | CON SENTIDO/SIN SENTIDO

Los datos

Nunca hemos tenido tantos datos y nunca los hemos despreciado tanto. Los datos se tergiversan para servir al relato de turno. El storytelling manipulado les ha ganado la partida, porque los datos son fríos y la narrativa azuza la víscera y los afectos: somos monos emocionales. Pero los datos son empecinados, están siempre allí, te salen a la vuelta del camino, como lo real lacaniano. Demuestran, por ejemplo, que el tirón de la economía española se debe sobre todo a las renovables, que aseguran una energía barata, precisamente lo que no tiene la locomotora alemana tras el encarecimiento del gas ruso con la guerra de Ucrania. Los datos también refrendan que en este conflicto quien más ha ganado son las energéticas de un Estados Unidos empeñado en mantener el viejo duopolio gas/petróleo que Trump ha magnificado: drill, baby, drill

Así pues, al imperio del águila de cabeza blanca le interesa tanto exprimir el último ciclo de las energías contaminantes como expandir las guerras: precisamente los datos también revelan los enormes beneficios de su industria armamentística. Por eso, consecuentemente, el trumpismo niega la crisis climática que los datos ofrecidos por la ciencia refrendan abrumadoramente. Por eso exhibe su músculo militar con chulería y desparpajo. Manda la cuenta de resultados económicos en esta oligarquía de businessmen que domina el mundo, y el flujo de data, que subyace más allá de su ola retórica envolvente, así lo demuestra.

También montañas de datos nos revelan, sin discusión, que el mundo desarrollado necesita la emigración para mantener una masa de población que garantice el desarrollo económico, pero ahí tenemos a la ultraderecha y, cada vez más, la derecha sistémica apuntándose al relato del emigrante como amenaza que oculta, como vuelven a confirmar los datos, que los problemas provienen de la voracidad del neoliberalismo global (carestía de la vida y de la vivienda, desigualdad...).

Los datos históricos también nos enseñan que todos somos emigrantes, pero la Historia es otra víctima más del auge de las paparruchas expandidas por las redes. Los datos son susceptibles de ser manipulados por respetables instituciones, incluso científicas, como demostraron los informes provenientes de prestigiosas facultades de economía que refrendaron la locura especulativa que acabó en la megacrisis de 2008.

Se convierten, a veces, en armas arrojadizas al servicio de poderosos intereses, pero son al mismo tiempo la única esperanza que nos queda para que el mundo sea bastante más veraz.

Suscríbete para seguir leyendo

Tracking Pixel Contents