Opinión | El trasluz
Un sarcasmo
Los billetes, además de para comprar yogures (y bombas de racimo, por desgracia), sirven para contar historias a las que prestamos poca atención

Varios billetes sujetos con pinzas. / EP
Resulta que el papel moneda, más allá de su valor económico, contiene una narrativa a la que sus usuarios, por lo general, permanecemos ajenos. Yo veo un billete de cincuenta, por ejemplo, y lo primero que se me ocurre es calcular la cantidad de billetes de diez que caben en su interior. Y caben cinco: cinco billetes de diez caben en uno de cincuenta. Me resulta asombroso que, en un billete de veinte, por poner otro ejemplo, quepan dos de diez, o cuatro de cinco. Hace falta haber alcanzado un grado de abstracción considerable para aceptar esa entelequia. Parece mentira que nuestra capacidad para establecer símbolos coexista con la de fabricar la bomba atómica. Me pregunto si los directores de las fábricas de armamento han leído un solo poema a lo largo de su vida. Es imposible haber leído un poema, incluso un poema malo, y dedicarse al diseño de ametralladoras. Los pacifistas tendrían que apostarse a las puertas de estas industrias del acero agresivo y regalar ejemplares del Cántico espiritual, de San Juan de la Cruz, por citar un libro que nos cambió la vida.
Decíamos, pues, que los billetes, además de para comprar yogures (y bombas de racimo, por desgracia), sirven para contar historias a las que prestamos poca atención. En los de cincuenta actuales aparecen puentes y ventanas como símbolos de la apertura y la cooperación entre culturas. Hay en ellos una pequeña historia de la arquitectura europea, en fin, que nos ennoblece como especie. Pero ¿quién se fija en eso?, ¿quién aprecia la calidad de los de hologramas, de las marcas de agua, de las microimpresiones y demás tecnologías de vanguardia que protegen al billete de ser falsificado? Nadie o casi nadie porque vamos de cabeza y porque lo que nos importa, como señalábamos más arriba, es la cantidad de dinero que cabe dentro del dinero. En un billete de cinco caben cinco monedas de un euro. Parece mentira que un papel sea capaz de soportar el peso del metal, pero los símbolos pueden con todo.
Y bien, las autoridades del Banco Central Europeo están considerando ahora la posibilidad de rendir homenaje a figuras universales de la cultura europea. No debería extrañarnos, pues, que se empiecen a emitir billetes de 50 euros con el rostro de Cervantes. La iniciativa está llena de buena voluntad, pero al autor de El Quijote le parecería una ironía, cuando no un sarcasmo.
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