Opinión | SALIDA DE EMERGENCIA
Los viajes de los otros
A veces no basta con cerrar las ventanas para borrar los recuerdos y eso es algo que todos aprendemos con el paso de los años
En las casas de mi infancia, me refiero a las casas que rodearon mi vida entre los siete y los diez años, había muchas realidades y una de las que más me gustaba era aquella en la que los propietarios de las casas dedicaban una habitación, una habitación completa, a instalar un gran Scalextric con el que los miembros de la familia jugaban a hacer carreras. O al menos eso entendía yo que hacían. Y entre todas las que habitan mis recuerdos, las mejores eran aquellas en las que sus propietarios tenían una luminosa habitación convertida en una extensa red ferroviaria con estaciones, trenes que se cruzaban, pasos a nivel, montañas y un sinfín de viajeros que yo imaginaba montados en aquellos pequeños vagones que, dentro de una habitación con vistas a una ciudad, viajaban a los lugares más remotos del mundo. Son recuerdos vagos, que no ubico en ningún sitio y que sin embargo vi y envidié porque en mi casa no existían esas excentricidades, como decía mi madre, que era más de anticuarios y de desafiar a los días asombrándonos con pequeñas joyas que podían tener forma de orinal o de jarrón modernista y que siempre habían sido una ganga. Porque de eso se trataba la vida: de construir realidades paralelas donde ser feliz y poder imaginar y jugar como quien juega con la compañía del amor.
Mi madre siguió siendo de anticuarios y al cabo de los años no supe si aquellas habitaciones existieron realmente y si existieron no sé dónde y eso a veces me resulta fatigoso porque es como si un trozo de mi vida se hubiera esfumado como lo hace la niebla cuando el sol la disuelve sobre la ribera del río. A veces no basta con cerrar las ventanas para borrar los recuerdos y eso es algo que todos aprendemos con el paso de los años y también es algo a lo que nos exponemos cuando no sabemos dar razones y dejamos en las palabras de los otros las explicaciones que no pudimos dar. Lamento no haber tenido un cuarto convertido en un viaje sin fin, me hubiera gustado porque siempre fui amante de las estaciones que dicen hola y adiós, y lamento que en la realidad de hoy en día a nuestros políticos les pueda más el quebranto que la osadía de hacer un viaje de ida y vuelta para devolverle a Aragón su rima consonante. El PSOE, junto a Vox, votó que no a un fondo compensatorio de 87 millones para Aragón y el tren partió, pero en este caso el viaje no es imaginario ni se ubica en una habitación desconocida en la memoria de una niña con memoria inocente.
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