Opinión | EL MIRADOR

Historia teatral sin bambalinas

Los primeros jolgorios teatrales que se hicieron en las calles datan de épocas muy remotas. Estas prácticas comenzaron siendo un entretenimiento de actuaciones rituales basadas en lo cotidiano y en hazañas logradas. El objetivo era comunicar con sus sociedades o agrupaciones –algo parecido a lo que ahora llamamos socialización– con el propósito de provocar creencias hacia un supuesto bienestar. Las representaciones teatrales se iban convirtiendo en un espectáculo popular; con el paso del tiempo se fueron desarrollando en la Grecia antigua a través de la mitología conectada con la religión y sus dioses, fue el fundamento del teatro mostrándose en espacios construidos como el dedicado en honor a Dioniso, trasmitiendo el valor de la autoridad y su creencia. Las deidades popularmente eran conocidas, no solo a través de las representaciones de obras teatrales, sino por el amplio desarrollo artístico relacionado con un tratado teórico aplicado al arte y a la escultura. Quien haya entrado a ver el museo Arqueológico Nacional de Atenas conocerá, además de los objetos arqueológicos más importantes encontrados en Grecia, las primeras esculturas de estilo dedálico de una estética que se podría enclavar en alguna vanguardia de nuestra época, sin olvidar la clásica y magnífica Atenea Varvakeion de Fidias. El conocimiento de las proporciones del canon en las esculturas griegas se ha extendido como referente en nuestra vida cotidiana, en temas de razón y proporción creando el concepto de una bella armonía.

Volviendo a la dilatada historia del teatro, se sabe que en la Edad Media existen cambios de conceptos de intención, se populariza en zonas callejeras, plazas y mercados. Las temáticas, la escenificación tienen caracteres de voluntades de improvisación, el espacio escénico es de libre actuación, abierto al público sin condiciones, se identifica como teatro de calle. Más tarde, debido a los profundos cambios sociales se implican con obras de actuaciones reivindicativas, era una manera de empatizar con la causa manifestada. Posteriormente se deja el carácter político y se convierte en espectáculos de comedia y happenings. Llegado a la década de los noventa la tecnología entra a formar parte del desarrollo artístico en las compañías de teatro, interviniendo en el espacio urbano. Actualmente el teatro de calle se ha diluido, se apaga entre restricciones y precariedad, convirtiéndose en recreaciones basadas en las tradiciones y en la historia local, con el propósito de ser instrumento de divulgación y de identidad, fomentando el turismo y la conexión social con las mismas temáticas año tras año. ¿Y si evolucionara hacia una creación de innovación amena y teatral como herramienta para aprender y conocer la cuna de los movimientos artísticos, su contexto histórico y su protagonismo? Empezando por el Renacimiento como renovación de los pensamientos del arte y la ciencia y dando protagonismo a Giorgio Vasari, artista, filosofo e historiador. ¿Se imaginan representaciones de esta época para ahondar en el fondo cultural de lo que supuso la historia artística, cultural y social de la humanidad? Si entramos en el Barroco tendremos una nueva visión, un cambio hacia la atracción dirigido al drama, a lo enrevesado, a la exuberancia y a los claroscuros con mezcla de sensualidad y espiritualidad. Si nos mostramos modernos entramos en el Impresionismo, estaríamos en escenarios naturales de luz y color, con libertad de trasmitir la impresión visual de lo que nos rodea. No hace falta definir nada, se da por hecho. Podrían actuar actores emulando a los pintores de la Escuela de Barbizon como Millet, o interpretar el Expresionismo sería mostrar sentimientos y emociones ilustrando la naturaleza del ser humano, y así hasta llegar a nuestros días.

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