Elogio del perdedor

Toca hoy hacer un elogio del perdedor, que es, a menudo, quien más gana. En este caso, del ya excanciller de la República Federal de Alemania, Olaf Scholz.

Su candidatura socialdemócrata ha quedado tercera en las elecciones del domingo, muy por detrás de los democristianos y bastante por debajo de los neonazis de AfD, pero, con todo y con eso, en mi modesta opinión no se irá Scholz por la puerta falsa ni por la puerta chica.

Muy al contrario, su ejemplaridad y honestidad serán, ¡ojalá!, recordadas. Ejemplaridad en su decisión de convocar elecciones cuando los números parlamentarios no le salían y el país se abocaba al desgobierno. Honestidad al haber sido capaz de renunciar a principios propios para pactar con partidos ajenos y sacar adelante la gobernanza de su conglomerado federal. Proporcionando a Europa, en general, y a España, en particular, un valioso ejemplo de seriedad, inteligencia, responsabilidad y renuncia.

Scholz ha perdido por el irresuelto problema de la emigración y por el difícilmente solucionable a corto plazo problema de la energía. Desde el momento en que Merkel abrió la puerta a cientos de miles de migrantes se estaba corriendo un serio riesgo estructural. La inmigración es necesaria, revitalizadora, pero sus flujos deben ingresar con la debida pauta y control. Basta un solo atentado de un loco yihadista para que toda una política se venga abajo. En cuanto a la carestía energética que padece el usuario alemán, la sustitución del gas ruso por otras energías, o bien por las renovables, llevará su tiempo, una espera para la que preparar al votante era misión imposible.

En su haber, Scholz se va como defensor de la fórmula de la «gran coalición» entre socialdemócratas y democristianos que ahora, invertida, servirá para evitar que los nazis toquen poder. El éxito de AfD en las urnas no justifica un programa consistente en cercenar las libertades, abandonar Europa, cerrar las fronteras, ni la participación de mercenarios de Trump como Bannon o Musk, dos tipos moralmente siniestros, admiradores de Hitler, a quienes los alemanes harían muy bien expulsando de sus televisiones y conciencias.

Scholz: un magnífico perdedor.

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