Opinión | CIERZERA

Al final del final

Tan sólo 38 geriátricos de los 230 que hay en Aragón, son de titularidad y gestión públicas, un 16,52% del total

Tiempos en los que es complicado seleccionar solo un tema con el que construir un relato limitado en «caracteres»... Intento elaborar un listado al que incorporo opciones, casi a diario, entre noticias y este continuo carnaval ficticio en el que cualquier chirigota se quedaría corta para describir la revuelta actualidad, si bien es cierto que desde el principio tengo anotados asuntos que no caducan y hoy me lanzo con uno de ellos, motivado por un encuentro fortuito en uno de mis momentos de compra semanal, con alguien que va entrando en los comercios de mi barrio para recoger firmas.

He visto morir en casa a varios de los míos, asistiendo a ese ritual de despedida en el que nuestros padres han cuidado y acompañado a nuestros abuelos. Los mayores son sagrados, eso aprendí yo. Es algo que nuestra generación ha interiorizado, igual que tendremos que comprender que, con nuestros hijos, nuestro futuro será más incierto. Por eso, si la salud me respeta y la situación lo permite, no dejaré que quienes me quedan se despidan en un lugar ajeno. Me cuesta muchísimo pensar en cómo se siente alguien que, con mucho esfuerzo, ha construido una vida, un hogar... y un buen día se ve desprendido de todo eso y termina en un espacio compartido de apenas veinte metros cuadrados y dos perchas en un armario de las que cuelgan un par de vestidos, unos zapatos para las visitas y un neceser de aseo, consciente de que existen tantas circunstancias como familias, y que muchas veces es absolutamente necesario tomar una decisión así, por dura que resulte. Personalmente, entiendo que cuando no se puede prestar la atención que merecen por los motivos que sea, sin juicios previos, o cuando alguien requiere de ayuda profesional veinticuatro horas por el deterioro físico o cognitivo, dejar esa tarea en manos de gente competente, confiando los cuidados y la vida de un ser querido en lugares preparados para ellos, es la opción más sensata. Pero... aquí viene la siguiente, tras tomar una decisión que presupongo dolorosa porque para mí, llegado el caso, lo sería... ¿quién puede pagar los casi 1.700 euros mensuales de media que cuesta una plaza en una residencia geriátrica privada en Aragón? Ese es el precio medio que recogen «los papeles», pero... seguro que en nuestro entorno hemos oído cómo en algunas sobrepasan los 2.500 euros, lo cual me parece prohibitivo para el común de los mortales. Por eso creo que es necesario darle una buena pensada al modelo residencial, al fin y al cabo, al modelo de cuidados. Según el último censo del Imserso publicado en abril de 2024, tan sólo 38 geriátricos de los 230 que hay en Aragón, son de titularidad y gestión públicas, un 16,52% del total. Paradójicamente, el inicio y el final de la vida son las dos etapas en las que las políticas públicas son más necesarias, guarderías y residencias públicas, donde las plazas son a todas luces insuficientes, pero, además, es indispensable contar con los medios que aseguren unas mínimas condiciones, y por supuesto exigirlos a las entidades privadas para evitar desgracias como la que tuvo lugar hace unos meses (el pasado 15 de noviembre) en la residencia de mayores de Villafranca de Ebro, cuyo resultado fueron diez víctimas mortales por inhalación de humo y dos heridos. Esa madrugada, cuando se produjo el incendio, había sesenta y nueve personas residentes, y teniendo en cuenta que muchos de los ancianos que se encuentran en estos centros tienen su movilidad limitada, es materialmente imposible que, con tan sólo dos trabajadoras en el servicio nocturno, les diese tiempo a poner a salvo a todos, si no hubieran echado una mano los propios vecinos del pueblo. La hija de una de las residentes, que casi no cuenta este episodio, está recogiendo firmas para exigir al Gobierno de Aragón que se actualice el Decreto 111/92, con los nuevos criterios acordados en 2022 a nivel estatal, que regula los ratios mínimos específicos en lo que respecta al personal de atención directa a los residentes.

Espero que el ínclito Sr. Rodríguez, jefe de gabinete de la presidenta de la Comunidad de Madrid, más conocido como M. A. R., no lea estas líneas y cuestione la angustia que vivieron esas familias el pasado mes de noviembre, como lo hizo con el testimonio, en un programa televisivo, de la hija de una fallecida en una residencia durante la pandemia, destrozada por aquellos protocolos de la vergüenza, porque no sólo han sufrido la pérdida sino que, además, se tienen que enfrentar a ese intento de deshumanización que mide los afectos en número de visitas. Bochornoso...

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