Opinión | VIRANDO A BABOR

¿De qué va esta gente? Por la boca muere el pez

Lo del PAR y sus múltiples escisiones es un culebrón, una pésima e intrascendente película si no fuera porque constituye todo un ejemplo de lo peor que se puede observar en un partido político. A los hechos me remito y a sus comunicados. ¿Quiénes son estas gentes? ¿En qué mundo viven? ¿En qué escuela política se han formado? ¿Se habrán leído alguna vez la Constitución española? ¿Qué es esto de que se trata de «un mensaje de libertad ideológica» para que cada afiliado «opte por las vías políticas o individuales que elijan», de que dan libertad a sus miembros para que voten? ¿Alguna vez perdieron esa libertad que ahora alguien tan magnánimo les otorga? ¿Desde cuándo estar afiliado a un partido político implica convertirse en un siervo o un vasallo a las órdenes del jefecillo de turno que además, visto lo visto, será probablemente un mediocre sin más habilidades que sobrevivir en la política, viviendo décadas de los presupuestos públicos? ¿Pero qué se ha creído esta gente? ¿Quiénes son ellos para otorgar nada menos que la libertad? Me refiero a los extintos «Aragoneses» a esos que eran tan de centro que siempre acaban en las acogedoras ubres de la derecha coaligada con la extrema derecha. En España tenemos un problema con el funcionamiento de los partidos políticos, tanto que cada vez gozan de peor fama y poca gente joven se plantea la militancia. Es urgente regenerar su vida interna y su funcionamiento. En primer lugar haciendo que funcionen para algo más que para dar apariencia democrática a las listas electorales, promoviendo el debate ideológico, la elaboración colectiva de programas, la evaluación de las políticas públicas, insertándose en la sociedad civil y a su servicio. No pueden ser un simple medio de promoción en el peor de los casos, de gentes sin oficio ni beneficio. Ni tampoco una empresa familiar en la que colocar hijas y sobrinas y amiguetes del pueblo. En una Democracia los partidos son muy necesarios pero hay mucho para corregir. Es una cuestión de calidad democrática en la que todos deberían estar interesados.

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