Opinión | SALA DE MÁQUINAS
Travesía Central
La Travesía Central del Pirineo (TCP) ha vuelto al plano de la actualidad de la mano de la visita de inspectores comunitarios. Un grupo de diputados de la UE, pertenecientes a la Comisión de Transportes del Parlamento Europeo, se ha interesado sobre el terreno en las potencialidades de Aragón con respeto a sus comunicaciones.
Entre las que destaca –de momento, por su ausencia– la TCP.
La Travesía Central Pirenaica, ya planteada en nuestra tierra desde hace unos cuantos años, implicaría, de llevarse felizmente a cabo, la comunicación directa entre las plataformas logísticas aragonesas y francesas. De allí, el resto de Europa resultaría más fácilmente accesible a nuestras mercancías. No solo a los productos aragoneses; igualmente podrían transcurrir por esas nuevas vías férreas y túneles que horadarían la masa montañesa de la cordillera aquellos otros procedentes del resto de la península y norte de África. Abriendo una vía de comunicación internacional, y situando a Aragón como una potencia mundial en logística.
Pero esa TCP cuesta un ojo de la cara y parte del otro. Sus estratosféricas inversiones excederían con mucho las posibilidades económicas de nuestra comunidad autónoma, incluso de nuestro país, requiriendo aportaciones de Nueva Aquitania, de Francia, en su conjunto, y de la Unión Europea (y, seguramente, de unas cuantas instancias más). Desde el proyecto (que no existe aún como tal, aunque se hayan hecho unos cuantos bosquejos) hasta la ejecución de tan faraónica obra, los millones de euros se irían amontonando en cientos, sino en miles, pero no por ello debería convertirse en una irrealizable utopía.
¿Qué debería ser, entonces? Un proyecto compartido, una ilusión común, una herramienta de futuro.
Para accionarla, sería necesaria, además de la financiación, la complicidad de PSOE y PP, del Gobierno central, del Ejecutivo de París y de los popes de Bruselas. Evitando, por otra parte, que la tradicional oposición de Cataluña y del País Vasco a la apertura de nuevas fronteras (en este caso por el Pirineo aragonés) obstaculice su desarrollo. Muchos pitos que tocar, como se ve, para que esta flauta suene cuanto antes con su melodía de progreso.
¿Una bandera, un sueño...? Simplemente, un proyecto muy necesario.
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