Opinión | EL COMENTARIO
Jueves Lardero
Una de las claves del Carnaval cristianizado radica en la prescripción de ayuno, es decir, de no comer carne, durante cuarenta días –solo los laborables– en el transcurso de la Cuaresma: período litúrgico que transcurre desde el Miércoles de Ceniza (este año, el 5 de marzo) hasta el Domingo de Resurrección (20 de abril).
Los días de la Semana Santa, que van desde el Domingo de Ramos hasta el de Pascua, tienen su espejo –opuesto en cuanto a significado– en los días de Carnaval, que comienzan, por lo general, con el Jueves Lardero y terminan con el Martes Gordo.
Cabe señalar, no obstante, que el primer nombre cristiano del Carnaval fue el de Antruejo, Antruido y también Entroido (con el significado de entrada, comienzo), en referencia al domingo anterior al Miércoles de Ceniza (denominado Dominica Quinquagesima), en que daba comienzo el ayuno cuaresmal. Su nombre proviene del latín quinquagesimus, indicando los 50 días que transcurren desde su celebración hasta Pascua.
En el habla popular, pronto se denominó a tan oneroso día Dominica carnes privium y más tarde, Dominica ad carnes tollendas (ambas expresiones con el mismo significado, aludiendo a la prohibición de comer carne), derivando de está última el sustantivo Carnestolendas. En italiano, sin embargo, recibió el nombre de Dominica carne vale (domingo del adiós a la carne), origen del término que ahora usamos en España: Carnaval y en otros países de Europa: Carnival –Reino Unido–, Carnevale –Italia– y Karneval –Alemania–.
Vemos, así, cómo paradójicamente, la etimología del Carnaval no alude a días de consumo de carne ni de alegres bailes, festivas carrozas y máscaras, sino a jornadas en que daban comienzo el ayuno y la sobriedad en las costumbres. Pero, con el tiempo (pese a las restricciones que en vano intentaron imponer las autoridades eclesiásticas) la sabiduría popular ganaría la partida y logró mimetizar, de manera profana, a la Semana Santa, comenzando Carnestolendas en el jueves anterior al Miércoles de Ceniza, recibiendo los nombres –según las zonas– de Jueves de Compadres y de Comadres (propicios para apañar matrimonios) o Jueves Lardero (del latín lardum, con el significado de tocino), como es el caso de Aragón.
De ahí el refrán: «Jueves Lardero, longaniza en el puchero». En siglos pasados, Carnestolendas fue motivo para que se celebraran alardes militares y torneos de a caballo y a pie, como sabemos –de acuerdo a la crónica de Martín Peyron y Queralt– que tuvieron lugar en la imperial ciudad de Zaragoza en el año 1631.
Del mismo modo, las Carnestolendas o Antruejos, se convirtieron en días de fiesta, tal y como refleja este antiguo dicho popular en el que se personifica la celebración: «Alegrías, Antruejo, que mañana serás cenizas». Esta personificación también la encontramos en el Libro de Buen Amor, de Juan Ruiz (1283-1350), en el que el Arcipreste de Hita narra la pelea de don Carnal con la Quaresma. Algo así como la partida de ajedrez que, varios siglos después, librará el caballero cruzado con la Muerte, en la película El séptimo sello (1957) del realizador sueco Ingmar Bergman.
Un romance español del XIX también narra un «combate» entre el Jueves Lardero y el Miércoles Magro (de ceniza), describiendo a los «contendientes» con estos divertidos atributos: «Llegó Jueves Lardero, acompañado de bebedores de vino. Acababa de comer una fuente de albóndigas; lucía como tahalí una banda de longanizas y por armadura unas ristras de chinchulines de ternera. Su arma, una pierna de cordero y su escudo, un jamón de Maguncia».
«A su vez, se presentó enjaezado y demacrado Miércoles Magro, acompañado de bebedores de agua. Había comido ensalada de puerros. Su armadura, bien diferente, una tortilla de patata y por arnés, una sartenada de judías pochas. Su arma, un arenque y su escudo, una hoja de bacalao a la sal».
Por otro lado, Juan de la Encina (1468-1529) fue el autor de una égloga, escrita para ser representada en la «noche postrera de Carnal, que dicen Antruejo o Carnes-Tollendas», cuyos intérpretes son cuatro pastores, que disertan igualmente sobre el combate entre la fartura de calorías y el ayuno a dieta de hidratos de carbono: «Asomó por otra parte el estandarte de la hortaliza, diciendo a la longaniza: ¡guarte, guarte (guárdate)! ¡Tiempo es ya de confesarte! Así que, por honra de San Antruejo, comamos, bebamos, cantemos y holguemos, pues costumbre es de concejo que todos hoy nos hartemos, que mañana ayunaremos».
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