Opinión | EL ARTÍCULO DEL DÍA
Vivir en Viena
Austria forma parte de la Unión Europea desde el uno de enero de 1995, cuando ingresó con Suecia y Finlandia, por lo que deberíamos entender que los españoles tenemos una cierta afinidad con este país centroeuropeo. Si echamos la vista atrás, unos cuantos siglos, esa proximidad llegó a ser mucho mayor ya que los reyes de España fueron durante muchos años de la dinastía Habsburgo, también llamada de los Austrias. Si buscamos noticias de enorme peso en la historia de la humanidad, el inicio de la Gran Guerra (hoy conocida como Primera Guerra Mundial) se precipitó tras el asesinato del heredero del Imperio Austrohúngaro, Francisco Fernando, a manos de un nacionalista serbio, Gavrilo Princip, en la localidad de Sarajevo el 28 de junio de 1914.
En los libros de historia se nos cuenta que un tal Radbot fue el primer señor feudal, en el siglo X, que tuvo el poder sobre un territorio, en lo que hoy es Suiza, donde erigió un castillo al que denominó Azor, lo que derivó en halcones y así ha quedado en nuestra memoria: Habsburgos, halcones. El gran Maximiliano I (1459-1519) fue quien formalizó el matrimonio de su hijo Felipe con Juana, la hija de los Reyes Católicos, convirtiéndose en Felipe I, el Hermoso. Carlos I, Felipe II, Felipe III, Felipe IV y Carlos II fueron nuestros reyes hasta que la muerte de este último supuso el fin de la dinastía en España.
Hoy Austria es un país muy desconocido entre nosotros a pesar de su influencia en la historia mundial. Hitler era austriaco de nacimiento.
Mi objetivo, al escribir estas líneas, no es hacer un exhaustivo relato de la historia de este país centroeuropeo, aunque sí me permito afirmar que es apasionante y les propongo que indaguen un la misma. Lo que me ha llevado a preparar este artículo ha sido un problema muy actual, la vivienda. Cuando nos informan de cómo está gestionado este tema en diversas partes del mundo se suele citar a Austria y, muy especialmente, a Viena, su capital, como un lugar donde no existe este problema por las decisiones que en el pasado tomaron algunos dirigentes políticos.
El final de la Gran Guerra supuso el fin del imperio austrohúngaro y el nacimiento, el 12 de noviembre de 1918, de la república de Austria. Dado el modelo federal, la capital Viena tuvo el estatus de uno de ellos, lo que le permitió planificar y ejecutar políticas que no eran acordes con las del gobierno del conjunto. El primer alcalde electo, Jakob Reumann, fue quien dirigió el municipio-estado y es recordado por ello incluso con su nombre en una de las barriadas más populosas, aunque es a Hugo Breitner, concejal-consejero de Hacienda, a quien más debemos destacar ya que fueron sus decisiones fiscales las que permitieron poner en marcha el ambicioso programa de viviendas sociales. Permaneció en el puesto desde 1919 hasta 1932, dimitiendo por problemas de salud tras durísimos ataques de los conservadores que lo hicieron blanco de sus iras bajo la dirección del canciller, del partido socialcristiano, Dollfuss, cuando él militaba y gobernaba con el socialista. El lema que Breitner lanzó para poner en marcha su campaña de captación de fondos fue uno que hoy podría ser de actualidad: que los ricos paguen más. La pobreza de amplias capas de austríacos tras la guerra, en la que fueron perdedores por su alianza con Alemania, llevó a miles de ellos a desplazarse a la capital, y para resolver el gravísimo problema de alojarlos en condiciones de una mínima dignidad nació un ambicioso e innovador proyecto de viviendas sociales.
Breitner puso en marcha la máquina de recaudación de impuestos a quienes disponían de fondos, que los había, y Reumann contrató a varios arquitectos de prestigio para el diseño de una gran barriada, con pisos de varios volúmenes, siendo la mayoría de unos 35 metros cuadrados. En un primer momento se construyeron en torno a 65.000 y el alquiler, pues la propiedad quedó en el municipio, tenía carácter social y era asequible para los inquilinos.
Quien hoy viaje de turismo a Viena podrá ver los imponentes edificios imperiales en una de las ciudades más bonitas del mundo, pero no solo. Las rutas por la ciudad contemplan visitas a edificios céntricos y otros situados en barrios algo distantes que son explicados como el resultado de aquella ciudad a la que llamaron roja. No todos los edificios son de aquellos años de entreguerras ya que el modelo se consolidó y esas construcciones sociales, así como la mentalidad favorable al alquiler y a la propiedad municipal, han hecho que hoy se cifre en unas 500.000 las viviendas construidas, de entonces hasta hoy, con algún grado de intervención pública.
Estoy seguro de que un estudio más profundo y extenso de la realidad vienesa en nuestros días nos llevaría a contemplar muchos más factores para entender lo que podríamos considerar como un milagro al haber hecho desaparecer un problema que en otras partes de Europa es muy grave, y más en grandes ciudades. Lo que sí me atrevo a afirmar, a modo de conclusión tras el ejemplo explicado, es que la intervención pública es imprescindible.
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