Opinión | DELANTE DE TUS NARICES
Trump y Zelenski
La capacidad de causar miedo y humillar se consideran cosas de tipos duros. Con los adversarios reales es mucho más sumiso, como buen abusón
Esto puede ser buena televisión, se ha informado que dijo Donald Trump tras su alucinante comparecencia con el presidente ucraniano Volodimir Zelenski esta semana. La ética y la estética del presidente estadounidense responden al reality show. Una tendencia o al menos una tentación sería quitar importancia a algunas de las cosas anunciadas por Trump: quizá después de todo no signifiquen nada. Miente, negocia, se desdice; la realidad impone sus límites. Sin embargo, una práctica prudente, que ya deberíamos haber adoptado, es pensar que algunas de las intenciones y gestos indican un objetivo o una actitud: son memeces, pero también hay que tomarlas en serio.
Ricardo Dudda ha escrito que la política de la nueva administración estadounidense es una política de la crueldad: entre los ejemplos están el vídeo de las deportaciones o el imparodiable anuncio sobre una Gaza futura. Judith Shklar escribió que lo que más repugna a un liberal es la crueldad. Aquí la capacidad de causar miedo y humillar se consideran cosas de tipos duros. Por supuesto, solo a veces y depende: con los adversarios reales Trump es mucho más sumiso, como buen abusón. Lo vimos en el vicepresidente Vance, a quien José Antonio Montano llama memorablemente Rústico en Dinerolandia, que en la emboscada a Zelenski mostró su matonismo y mezquindad contra el líder ucraniano, pero también su sórdido peloteo a un líder que íntimamente desprecia.
La lectura optimista diría que el autorretrato de Vance y Trump es mejor que una traición tras unas buenas palabras. La situación genera algunas paradojas. Entre ellas está que el atlantismo se ha quedado sin Atlanta (por no hablar de la triste cofradía nacionalista que ahora sigue a ciegas a un líder estadounidense). Había mucha hipocresía y disfuncionalidades en el orden liberal. Estaba basado en reglas, pero a veces no; se respetaban las fronteras, salvo cuando no; se hacían concesiones horribles y se aceptaban compromisos cínicos. Ahora esas elecciones no parecen ser, para la administración Trump, males inevitables. Son una opción; quizá la preferida, porque las autocracias parecen la elección favorita de quien gobierna lo que se solía llamar el líder del mundo libre. Trump repite las falsedades de Putin cuando acusa a Ucrania, que trata de resistir una invasión, de arriesgarse a producir una guerra mundial. Sabemos que eso es falso. Pero, si llegara esa confrontación, no sabemos en qué lado estaría Estados Unidos.
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