Opinión | VIRANDO A BABOR

No son diagnósticos. Son insultos

En la Argentina de Milei, con Trump como modelo, puede pasar cualquier cosa. Recientemente su Gobierno, la Agencia Nacional de Discapacidad –se supone que una Agencia especializada– mandó a su Boletín Oficial la terminología a emplear con las personas afectadas por alguna discapacidad volviendo a términos como «idiota», «imbécil», «débil mental» absolutamente obsoletos por irrespetuosos, porque no son diagnósticos sino insultos, como «mongólico» o «inútil para el servicio» que efectivamente se utilizaron durante décadas, también en España. Todavía más, el 20 de diciembre de 1971 la Asamblea General de la ONU aprobó una «Declaración de Derechos del Retrasado Mental» que se consideró un gran avance porque les reconocía derechos, los mismos que a los demás seres humanos y específicamente «a la atención médica y al tratamiento físico, a la educación, a la capacitación, la rehabilitación y la orientación que le permitan desarrollar al máximo su capacidad y sus aptitudes». La música sonaba bien, pero la letra afortunadamente hoy nos chirría con esa denominación de «retrasados» que casaba con la propia terminología de la OMS que clasificaba las oligofrenias como «débiles ligeros, medios, semiprofundos (imbéciles) y profundos (idiotas)». A pesar de una terminología deplorable, la verdad es que en aquellos años se inició un camino impulsado por los familiares, hacia el reconocimiento efectivo de derechos y su creciente integración social. Como denunció hace ya muchos años uno de mis maestros, el profesor Seva Díaz, los diagnósticos psiquiátricos contribuyen a estigmatizar, a crear actitudes sociales negativas hacia los colectivos afectados. Diagnosticar es imprescindible para tratar, para predecir, para facilitar la comunicación, para investigar como decía Bannister o para intentar dominar una parte de la realidad que diría Foucault. El problema es cuando las palabras (demente, loco, psicótico, psicópata, histérico/a, etc.) se convierten en insulto. La ciencia y la sociedad avanzan, pero ya se sabe que el laureado por Ayuso, Milei, prefiere volver a la prehistoria.

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