Opinión | SALA DE MÁQUINAS
¿Implosionando?
Una de las teorías que, de cara a expulsar cuanto antes a Donald Trump de la Casa Blanca, viene haciendo fortuna, es la de la «implosión». Consistente dicha esperanza o estrategia en que el actual mandatario norteamericano se ponga él mismo la cuerda al cuello (por decirlo suave y metafóricamente), condenándose a renunciar y abandonar el cargo tras cometer una serie de graves errores que su propio pueblo no pueda digerir ni perdonar.
Hasta aquí muy bien la teoría, pero, ¿con qué precedentes se cuenta? ¿Qué otros líderes han «implosionado» tras abusar de sus posiciones de gobierno y llevar a sus países al conflicto o a la ruina? ¿Cuántos han dimitido, abandonado sus palacios? Mucho me temo que ninguno... Ahí tenemos, si no, a Maduro, a su maestro Raúl Castro; a Lukashenko, a su maestro Putin; a Netanyahu (cuyo maestro, Hitler, por suerte ya no está); a Ortega y señora y a decenas de sátrapas árabes, hindúes, indonesios (atención al chino) cuya concepción de la política está, como en el caso de Trump, mucho más cerca de la dictadura personal que de cualquier fórmula de poder compartido.
Trump, como todo hace prever, cometerá, y muy pronto, actos de tan reprobable naturaleza, tan dañinos para terceros (europeos, canadienses, ucranianos, mexicanos…) que, en buena lógica, deberían despertar en su propio país una ola de repudio. Manifestaciones, sin embargo, pancartas, ni tan siquiera declaraciones críticas brillan de momento, salvo por su ausencia, en un Washington pisoteado con pezuñas de hierro por el bruto republicano y sus percherones neonazis. Los demócratas de Obama nada dicen, no respiran... Las organizaciones civiles que luchan por derechos ya puestos en solfa por la nueva administración nada claman, no protestan... Los funcionarios despedidos por los nuevos oligarcas tampoco se tiran a la calle... Los medios censurados no han pasado al ataque, y así, con los fácticos anestesiados por el miedo, el desconcierto o la impotencia, la bestia rubia, supremacista, ignorante y cruel, lejos de «implosionar», continúa devorando la hierba en las dulces praderas de la democracia y sembrándola de excrementos ideológicos: escoria del pensamiento fascista que todos esos canallas arriba citados comparten felices de seguir enriqueciéndose a costa de sus empobrecidos pueblos. Ojo...
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