Opinión | SALA DE MÁQUINAS

Historia médica de Hitler

Muchos años después de su (para muchos, tan solo «supuesta») muerte, la figura de Adolf Hitler sigue concitando pasiones y críticas, inspirando constantes debates y novedades bibliográficas.

La última de ellas, muy destacaba, es El Paciente A : la historia médica de Adolf Hitler de Eric Frattini , publicada por Espasa con abundante material gráfico y, sobre todo, con el espectacular trabajo de campo llevado a cabo por un Frattini que se supera a cada reto de su larga y prestigiosa carrera como investigador en temas relacionados con los servicios secretos y los secretos del poder, los misterios del Vaticano, del Mossad o de la CIA, en un abanico de temas universales y de gran interés.

El de glosar definitivamente las enfermedades, singularidades físicas y psíquicas de Adolf Hitler, sus tratamientos médicos y la influencia de todos esos fármacos que fue consumiendo durante años, y casi a diario, en sus decisiones políticas y militares no era, en un principio, desafío menor. Pero la lectura de El paciente A impactará al lector por su contundencia, relevancia y abundancia de testimonios. Documentos, pruebas que el autor va aportando metódica y rigurosamente para demostrar que el Führer fue un paciente manipulado por los médicos que le rodearon desde que accedió a la cancillería; muy medicado, en consecuencia, en parte a base de farmacología convencional, pero también objeto de sustancias experimentales; y con claridad alterado en su lucidez por los efectos de todas esas químicas aplicadas a un organismo que se iba deteriorando por la tensión nerviosa, la falta de sueño y la cada vez peor salud de un líder militar que iba perdiendo la II Guerra Mundial.

En El paciente A, además de las manipulaciones de su galería particular de doctores –como el inquietante Theodor Morel– que llegaron a tener enorme influencia sobre su paciente, Eric Frattini nos facilitará un estudio asimismo fascinante de la personalidad y psicología de Adolf Hitler. Experiencias familiares, participación en la Gran Guerra, vocación artística, acercamiento a la cultura clásica alemana, o su relación con las mujeres, una variante de la misoginia a la que el autor dedica un fascinante capítulo protagonizado por decenas de «protectoras», «amantes» o «novias».

Un ensayo imprescindible para conocer en profundidad al lobo (apodo muy del gusto del jefe nacionalsocialista), y las leyes de su guarida.

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