Opinión | EL ÁNGULO

Del no a la guerra al ejército europeo

Me hice adulta en medio de un referéndum para el sí a la OTAN que el Gobierno ganó de manera más ajustada de la esperada, y con ayuda del esprint televisivo de Felipe González. En esa misma década y las siguientes, hasta la suspensión del servicio militar obligatorio en 2001, el movimiento antimilitarista no paró de crecer en nuestro país. No solo con la insumisión, 1.500 jóvenes acabaron en prisión por el acto de desobediencia civil más coordinado desde la nueva etapa democrática, sino que la objeción de conciencia no paraba de crecer, y el servicio social sustitutorio se veía como la salida razonable y civilizada para aquellos jóvenes que no querían pasar nueve meses en un campo de maniobras o en un hangar.

Del sí al ejército profesional pasamos, bajo ese mismo gobierno, el de José María Aznar, al «No a la guerra» en 2003, contra la intervención militar en Irak liderada por Estados Unidos y apoyada por Reino Unido y España, sin paraguas de la OTAN, ni concierto internacional. Millones de personas se movilizaron en nuestro país por lo que visto con veinte años de perspectiva parecía casi ingenuo, vista la deriva brutalista de las actuales acciones militares internacionales sin que las calles del mundo occidental se llenen de un movimiento de repulsa continuo. Salimos de Irak nada más llegar Zapatero a la presidencia del Gobierno, siguiendo su promesa en campaña electoral, como hizo el presidente Obama en 2011, aplicando uno de sus compromisos estrella que le llevó a la Casa Blanca.

Hemos ido dejando países a su suerte, como en Afganistán, donde estuvimos casi veinte años de misión de asistencia para la seguridad, con más de 27.000 militares españoles a lo largo de este tiempo. Hace cuatro años salimos de ahí, dejando el país en peores condiciones que cuando empezó la invasión «aliada», ni importamos la democracia, ni subimos el PIB, ni creamos un entorno estable en la región.

Pero ahora, la situación es otra, de formar parte de una coalición de países atacantes, nos encontramos ante el dilema de organizarnos como posibles países atacados. Nosotros que no hemos visto un conflicto armado en dos generaciones, que el gasto militar siempre nos ha parecido superfluo en un presente en el que las guerras químicas, biológicas o el armamento nuclear hacía inservible el armamento tradicional. De este reciente pasado, al aumento del 2% PIB en gasto en defensa no es un escenario fácil para el Gobierno y no creo que la oposición de izquierda a derecha ayude porque sabe cuál es el caladero sociológico que existe. Es solo el comienzo, en Polonia todos los varones adultos recibirán un entrenamiento militar.

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