Opinión | SALA DE MÁQUINAS

Tiranos y pasamontañas

Las inconcebibles imágenes procedentes de Managua, una multitud de hombres con pasamontañas siendo armados paramilitares del régimen Ortega/Murillo, dan una idea de hasta qué punto puede degradarse un país en manos de una tiranía.

Esos 75.000 hombres con las caras tapadas, formados a imagen de un ejército de clones, se consagrarán de ahora en adelante a la tarea de proteger a la pareja de dictadores, a sus familias y bienes, para impedir que cualquier opositor o potencia extranjera amenace la antidemocrática perduración de su régimen. Legando su indignidad, su barbarie, sus riquezas y crímenes a los hijos de la presidencial pareja de tarados, Daniel Ortega y Rosario Murillo, antiguos revolucionarios sandinistas, pero actuales y sanguinarios déspotas de la pobre Nicaragua.

Frente al oprobio y terror interno de tantos nicaragüenses como siguen luchando en secreto, frente a la vergüenza internacional de tantos países democráticos como repudian este tipo de maniobras en la oscuridad de la tiranía nica, se extiende un cenagoso vacío de impotencia, la incapacidad o imposibilidad de los organismos internacionales para intervenir, evitar o corregir prácticas atentatorias contra las libertades individuales y colectivas de una nación encarcelada por otra bananocracia. Al parecer, no hay fuerza militar, no hay líder ni partido, organismo, tribunal ni alianza capaz de actuar en casos como el que se está viviendo en Managua.

Allí, como en el resto del país, se vienen dando pasos para ir desmantelando toda institución democrática cuya representatividad pudiera oponerse al partido en el gobierno. Utilizando métodos violentos, la represión armada, el cierre de periódicos, la cárcel, la tortura, el exilio, Ortega se ha deshecho de sus opositores, clausurado las sedes de sus siglas, manipulado elección tras elección, modificado a su voluntad la carta constitucional para prorrogarse en el poder, sin disimular ya para nada su voluntad de perpetuarse y, en su día, entregar el gobierno a sus hijos, y a sus fieles, para que sigan disfrutando de la obediencia y explotación de una Nicaragua aniquilada en sus libertades, esclavizada, expoliada, convertida en un no-país.

¿Hasta cuándo va a permitirlo la comunidad internacional? ¿Qué más debe ocurrir para que alguien haga algo?

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