Opinión | LA GUINDILLA
¿Culpables?
Fue un 14 de marzo, hace 5 años. El día en que nos confinaron para evitar la propagación del covid. Parecía irreal. Nadie estaba preparado para algo así. La incertidumbre y el miedo impregnaban el ambiente.
Dos días antes, participando en una tertulia en televisión, uno de mis comentarios fue que, viendo lo ocurrido a lo largo de la historia en otras epidemias, podría ser que se buscase culpabilizar a algún colectivo. Cuesta asumir que una catástrofe tan demoledora sea fortuita, que toda la rabia que sentimos al ver tanto sufrimiento no se pueda descargar en alguien. En otras épocas se culpabilizó a herejes, pecadores, judíos, extranjeros... Quedaba por ver en quién iba la sociedad a polarizar la rabia en esta ocasión.
Lo que no pude imaginar es que sería, precisamente, en quienes más sufrieron su impacto: las residencias de mayores.
Quizás recuerden que uno de los primeros días del confinamiento apareció en los medios la ministra de Defensa anunciando que la UME había encontrado cadáveres en varias residencias. Parece como si fuera la señal que muchos estaban esperando para canalizar su rabia: las personas mayores estaban falleciendo abandonados en las residencias.
En los días y semanas siguientes los medios se llenaron de imágenes y comentarios denigrando a las residencias. En programas de gran audiencia se llegó a calificar a estos centros como «pudrideros de ancianos» (sic)... Personas que ni siquiera estaban en los centros relataban el horror que se vivía en ellos.
Mientras a las 8 de la tarde aplaudíamos al personal sanitario y cantábamos el Resistiré, no faltaba la sesión diaria de vilipendio, insultos e incluso amenazas a las residencias. Gritos de «asesinos», pancartas caseras y, cuando se permitieron las salidas, hasta escraches a las puertas de algún centro.
El linchamiento comenzó con un matiz que cambió por completo la verdad: no es cierto que la UME encontrara cadáveres abandonados en algunas residencias, como dijo la ministra. La UME acudió a algunas residencias ante el colapso de los servicios que deberían haber retirado los cadáveres (funerarias). Viví en primera persona la angustia del personal de algunos centros que me llamaron el día anterior, desesperados porque nadie acudía a retirar esos cadáveres, a ver si yo podía hacer gestiones para que alguna autoridad se hiciera cargo. Tuvieron que pasar día y noche soportando la angustia y poniendo la mejor de sus caras para no alarmar al resto de residentes. Y al día siguiente, con ese injusto comentario, su imagen fue que habían abandonado a los residentes, incluso con cadáveres en el centro.
Quienes fallecieron en las residencias fue a causa de una enfermedad, no por falta de cuidados. El sistema sanitario estuvo desbordado ante una pandemia de esas dimensiones, por lo que en muchos casos no pudo prestar la atención sanitaria requerida.
Las residencias fueron especialmente sensibles al impacto de la pandemia: en ellas vivían personas muy vulnerables por su avanzada edad y por su salud frágil; en un entorno de vida colectiva y, por tanto, más expuesto al contagio, especialmente cuando ni siquiera había disponibilidad de mascarillas, guantes, geles...; y atendidos por personas que tenían que salir y entrar continuamente.
Pero nos dieron todo un ejemplo. En primer lugar, los propios residentes, personas mayores, quizás porque en su juventud tuvieron que vivir situaciones que forjaron un carácter admirable para asumir con entereza momentos tan duros. Y el personal de los centros, desde oficios a profesionales y directores/as. Un gran ejemplo de abnegación, arriesgando sus vidas y las de sus familiares, poniendo la mejor de sus caras en momentos tan duros, para animar a quienes cuidaban. Teniendo que escuchar a diario todo tipo de comentarios denigrantes. Sin que nadie les aplaudiera a las 8 de la tarde, ni les cantara el Resistiré.
Más admirable aún es que muchas de esas personas, cinco años después sigan comprometidos en su trabajo derrochando profesionalidad y cariño. Mientas hay quien sigue buscando culpables en las residencias, y quien sigue empeñado en convertir el tema en batalla política.
Hubo mucha retórica sobre «nuestros mayores» y sobre la importancia de sus cuidados. Pero quienes tanto sufrieron, quienes lo dieron todo, incluso la mejor de sus sonrisas para cuidar lo mejor posible y para hacer más agradables esos días tan duros a las personas mayores en las residencias, siguen teniendo los sueldos más bajos de cualquier sector. Como hace cinco años.
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