Opinión | SALA DE MÁQUINAS

El barro de la dana

La dana valenciana ha dejado dos clases de barro: el del barranco del Poyo y el de los pollos que embarrancaron las instituciones en un descrédito de calado que perdura hasta hoy (y lo que te rondaré, Mazón).

Pero no solo Carlos Mazón debería apechar con las demoras y tardanzas, errores, carencias e improvisaciones en aquella fatal jornada del 29 de octubre en que Valencia se cubrió de barro y de luto y muchos políticos, y responsables de la seguridad, de ignominia. Ni la Confederación Hidrográfica, ni la Delegación del Gobierno, Ayuntamientos de Valencia y municipios afectados o Gobierno central pueden sacar pecho, ni deberían tratar de extraer, como algunos están haciendo, rédito de una situación provocada por circunstancias tan empantanadas aún en el fango de las acusaciones mutuas y en las arenas movedizas de hechos solo a medias conocidos, como un humedal de mentiras, calumnias y medias verdades que en despachos y comisiones van hundiendo, en vez de desecando, la verdad.

Sobre cualquier responsabilidad o culpa llama la atención el hecho de que nadie, ningún responsable de los ejecutivos autonómico o central haya presentado su dimisión.

No lo han hecho, afirman –y, con penosa reiteración, Carlos Mazón– porque no se sienten culpables, ni siquiera indirectamente, de un desastre que atribuyen a la furia de las fuerzas naturales y, en todo caso, a un encadenamiento de imprevisiones compartidas por distintas administraciones. Para la casta, es natural seguir en sus puestos, pero para los familiares de las víctimas y, en buena medida, también para los ciudadanos de a pie, esa resistencia de los políticos a dimitir sólo se entiende en clave de interés egoísta y táctica elusiva de cualquier futura imputación que las investigaciones pendientes puedan encausar.

La resistencia de Mazón a dimitir, a pesar de las multitudinarias manifestaciones que se lo exigen, la salida en falso de la zona cero de Pedro Sánchez, el mutis por el foro del ministro Marlaska, la falta de políticas preventivas del propio Mazón y de Teresa Ribera y la actitud interesada y aprovechada del resto de los líderes han dado y seguirán dando la peor de las impresiones.

La dana de Valencia no sólo ha dejado muchos muertos; también demasiadas dudas sobre la competencia y honradez de nuestros dirigentes.

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