Opinión | FIRMA INVITADA
Guerra y paz
La repentina voluntad de paz de Estados Unidos respecto a Rusia está poniendo todo patas arriba. Principalmente, porque ha dejado tirada a Ucrania. En efecto, mordió el anzuelo al pedir su ingreso en la OTAN sin prever que Rusia, sintiéndose amenazada, respondería anticipándose y montando una guerra. Luego ha comprobado que las sanciones no han amedrentado al vecino, que la ayuda recibida no ha sido suficiente y que incluso peligra la que proviene de Estados Unidos.
Antes de que todo saltara por los aires, Europa había logrado tejer complicidades con Rusia que redujeron la probabilidad de un enfrentamiento armado. Los enormes gaseoductos que transportaban el gas ruso a este lado de Europa son un magnífico ejemplo de ello. Como consecuencia de tan buena relación, la OTAN llegó a ser vista por los europeos e incluso por el primer Trump como un club que ya no tenía ningún sentido. Pues bien, la ruptura de ese clima de cordialidad ha resucitado al club militar, beneficiado a las empresas norteamericanas dedicadas a exportar armas y, de paso, también a las del gas.
Pero es que, ahora, Trump acaba de decidir que la guerra ya no le conviene, que es mejor tener buenas relaciones con los rusos y que la seguridad del viejo continente han de pagársela los europeos. Además, está obligando a Ucrania para que negocie una paz con la que perderá el 20% de su territorio, le impedirá incorporarse a la OTAN y facilitará el saqueo de sus tierras raras. «¿Por qué demonios mordimos el anzuelo?», deben preguntarse ahora muchos ucranianos.
Sin embargo, los aliados europeos no han cambiado de pantalla y siguen queriendo el enfrentamiento con Rusia, ignorando que el enemigo puede hacer llegar sus misiles nucleares a Berlín en un minuto. Además, los 800.000 millones de euros necesarios, nadie duda que los perderá el estado del bienestar, hasta ahora parte fundamental de la identidad europea, por lo que buena parte de la ciudadanía quedará, como poco, disgustada. Por otro lado, muchas gentes, por razones ideológicas distintas, no están por la labor de aceptar esta guerra. De modo que el rápido cambio de escenario y la preocupante falta de cintura e imaginación de nuestras élites, quizá porque han preferido aceptar las presiones e incluso las generosas comisiones del lobby armamentístico, abocan a un colapso del proyecto europeo.
A lo mejor, este fue uno de los propósitos del amigo americano al provocar que Ucrania irritara a Rusia. Ahora, cumplido el objetivo, Musk y Trump han decidido sacar a su país de la anacrónica OTAN sin que ello perjudique a la industria armamentística de allá, pues Europa le va a dar todos los euros que tiene y más. No me negarán que la operación ha dibujado un círculo perfecto. Ni César Borgia hubiera imaginado un plan mejor.
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