Opinión | erre que erre

Zaragoza

Las almas del PSOE aragonés se ocultan

La secretaria general del PSOE Aragón, Pilar Alegría, saluda a su nueva Ejecutiva, en el Congreso del PSOE.

La secretaria general del PSOE Aragón, Pilar Alegría, saluda a su nueva Ejecutiva, en el Congreso del PSOE. / MIGUEL ÁNGEL GRACIA

Da gusto lo unidos que están ahora ya todos los socialistas de Aragón. Después del congreso en el que la ministra Pilar Alegría, como nueva líder del partido, configuró sus equipos de trabajo, las distintas almas que siempre ha tenido el PSOE aragonés se han ocultado. Solo hay una y casualmente va de la mano del líder nacional, Pedro Sánchez. Es obsceno que de pronto nadie tenga una voz, aunque sea mínima, en contra de las políticas del secretario general cuando hace cuatro días no solo había muchas opiniones contrarias sino que además se aireaban y mucho.

El PSOE de Aragón ha sido históricamente una organización con muchas corrientes, o sensibilidades que las llaman los políticos, que siempre utilizan eufemismos para amortiguar la verdad. Aunque realmente lo que siempre ha tenido han sido unas luchas internas por el control del partido para un reparto posterior del poder entre los distintos sectores en liza. Se empezó con la absorción del Partido Socialista de Aragón (PSA) y siguió en la época de Santiago Marraco. Hasta se fueron bautizando los grupos, que si oficialistas, los rurales de Pepe Marco, los damascos de García Nieto, los renovadores de González Triviño, los de Belloch, los del ‘Marcelinato’, los lambanistas... En la práctica, la cuestión ideológica se dejaba un poco para un segundo plano, porque lo importante era el reparto del poder entre las familias. Quizás Javier Lambán, en su afán por desmarcarse de Sánchez, fue el crítico más ideológico, igual que aquella corriente, Izquierda Socialista, que llegó a tener en Aragón, en 2012, un candidato al liderazgo, el profesor de Derecho del Trabajo, Jesús del Val. Que perdió, claro.

Pero ahora no se han oído ninguna de esas críticas a la política de Sánchez en donde se debería debatir de ello: ni en el congreso federal, ni en el regional. El PSOE de Lambán y los seguidores que le queden han entendido que esa unidad del partido, que ahora todos dicen que es necesaria, se consigue dejando a los otros que dirijan y no debatiendo. Incluso, para qué comparecer, al congreso del partido o a unas primarias.

Un grave error. Porque la unidad política dentro de un mismo partido se consigue debatiendo, confrontando ideas y después, que es lo más importante, asumiendo lo que diga la mayoría democrática. Antes, la voluntad del PSOE era la suma de mil cosas (con sus matices, porque González Triviño, alcalde de Zaragoza, ya encabezó una manifestación pidiendo más autonomía en la que el PSOE de Felipe no participó). Ahora, una vez elegido el/la secretario/a general, todo lo decide él/ella. Pero también porque los críticos se callan y acatan sin querer debatir nada, aplaudiendo a rabiar. Por eso la oposición se frota las manos, porque muchos de los socialistas aragoneses van a caer en contradicciones evidentes. Por un puesto.  

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