Opinión | Cierzera
La primavera
Hay quien utiliza su irrupción para ofrecer festivales que no dejan de ser «pan y circo» como en la antigua Roma
El tiempo distribuido en un calendario es el elemento más democrático que existe. Para todos es el mismo, independientemente de la condición y circunstancias de cada cual, si bien es cierto que hay formas distintas de ocuparlo, la mayoría de las veces, no elegidas. Algo más caprichosas son las estaciones dependiendo del hemisferio, ya que el pasado 20 de marzo comenzó la primavera astronómica en el hemisferio norte, mientras que, en el sur, lo hizo el otoño, aunque últimamente los mapas parecen tornarse bocabajo, no sólo por la cambiante meteorología que contradice a negacionistas e ignorantes, sino por esas malditas luchas por las fronteras que, cada día, se cobran miles de vidas a lo largo y ancho del planeta.
Hay quien asocia la llegada del equinoccio de las flores al spot publicitario de un gigante empresarial que, este año, ha deleitado nuestros sentidos con un paisaje privilegiado de fondo como es la bella y salvaje isla de Lanzarote, e incluso, hay quien utiliza su irrupción para ofrecer festivales trufados de causas solidarias, que no dejan de ser «pan y circo» como en la antigua Roma, para que la gente esté entretenida y satisfecha. Hace poco fueron «lucecicas», y ahora tulipanes... no vaya a ser que esta política de espectáculo sea capaz de maquillar otros problemas de la ciudad, y contentos todos. Cómo era eso de... «no dejes que el árbol te impida ver el bosque» y… ¿quién quiere ver otro Bosque que no sea el de los Zaragozanos, mientras desaparecen varios pulmones verdes de la ciudad, en pro del cemento, del negocio o de las vides (algo es algo... al menos sus hojas son cetrinas)? Espacio habrá para futuras reflexiones sobre algún que otro despropósito en las que no me quiero enredar ahora.
Donde sí ha llegado la primavera con nombre de flor es en nuestra institución académica más prestigiosa, la Universidad de Zaragoza. Nada más y nada menos que cinco siglos y medio de historia han hecho falta para que una mujer, Rosa Bolea, ocupe el cargo de rectora en uno de los principales motores de transformación de la sociedad. Esta leciñenense, que ya ha asumido anteriormente cargos de responsabilidad y cuenta con una dilatada experiencia profesional, tiene grandes retos por delante, y aunque no la conozco en persona, he seguido sus declaraciones públicas durante la campaña y tengo la sensación de que no es de las que rebla fácilmente. Estoy convencida de que no sólo va a apostar por que la UZ, según sus propias palabras, sea sinónimo de excelencia, innovación y compromiso social, sino que además romperá esa falsa creencia, que lleva presente demasiado tiempo, por la que las mujeres que quieren alcanzar el éxito deben pensar y actuar como hombres. Afortunadamente, cada vez está más asumido que, desde una percepción diferente, se aportan a la vida pública habilidades y cualidades distintas.
La comunicación dista mucho de unas y otros; las mujeres tenemos (en general) más capacidad de escucha, de promover el diálogo y de conseguir consensos desde una visión femenina absolutamente necesaria. Siempre he pensado que un mundo dirigido por mujeres sería mucho más sensato de lo que es ahora. La escucha, el diálogo, el consenso... elementos imprescindibles para una construcción colectiva de soluciones que sean capaces de dar respuesta a una demanda cada vez más exigente, y que pasa, no sólo por formar a los mejores profesionales, sino por aportar herramientas para que se desenvuelvan con criterio en la otra universidad, en la de la vida. Si además se consigue que, para devolver el conocimiento a la sociedad, todo el talento generado beba de otros lugares, pero se quede aquí, en Aragón, sería cerrar el círculo, aunque me temo que eso pasa, no sólo por poner el foco en los estudiantes para que se sientan orgullosos de esa pertenencia a la Universidad de Zaragoza, sino porque el resto de instituciones se impliquen desde múltiples puntos de vista.
Muchos y muchas de los estudiantes sienten que están de paso, una etapa más, por eso creo que se involucran tan poco en lo que significan los órganos de gobierno de la institución, buen pulso de ello es la baja participación en procesos electorales. Pero no hay que rendirse, porque también los hay quienes deciden abonar esta tierra quedándose a pesar de que se los rifan en medio mundo y tienen que pelear, burocracia mediante, cada euro de los que financian sus proyectos de investigación. Rosa, mucha faena... pero estoy segura de que no te cuesta remangarte. ¡Suerte!
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