Opinión

La financiación autonómica es un cóctel embriagador

Seamos sinceros. La financiación autonómica es como la materia oscura: ni la entendemos ni nos interesa demasiado. Así que en este tema es fácil engañar nuestra atención y nuestra opinión. Sólo hace falta agitar un puñado de millones (que nunca sabemos si son muchos o pocos), ofensas territoriales, afectos ideológicos, siglas extrañas, conceptos técnicos y un buen chorrito de demagogia. Es un cóctel embriagador.

Les propongo hoy bajar la pelota al suelo. Aunque la financiación autonómica es un asunto complejo y muy técnico, si atendemos a los grandes rasgos se parece bastante a nuestra economía doméstica.

Pensemos en el presupuesto de Aragón como en el presupuesto de nuestra casa. En el presupuesto vigente, que es de 2024, Aragón previó unos ingresos de 8.546 millones. Esos ingresos vienen en un 80% del sistema de financiación autonómico. Es decir, nos los transfiere el Estado de los impuestos que pagamos todos. Además, Aragón también tiene ingresos propios, que obtiene de los impuestos que recauda directamente. Y otra parte la obtiene por préstamos que recibe de un fondo que también procede del Estado: es el ya conocido Fondo de Liquidez Autonómica (FLA).

Esto es como si tuviéramos una nómina que complementamos con trabajos extra y, además, nos ingresan un préstamo para comprar una casa. ¿Qué haríamos cualquiera de nosotros en nuestro hogar? Siempre es complicado reducir los gastos. Así que trataríamos de ampliar nuestros ingresos e intentaríamos reducir los gastos del préstamo.

Vamos a ver qué ha hecho Aragón. La primera decisión que tomó Azcón fue bajar los impuestos a las rentas más altas. Con esta concesión electoral que solo ha beneficiado a unos pocos aragoneses, hemos dejado de ingresar 47 millones anuales. Y además hemos perdido ingresos del Estado, porque el sistema paga más a quien más esfuerzo tributario propio hace.

La decisión más trascendente, sin embargo, ha sido rechazar la condonación de deuda que nos ofrece el Ministerio de Hacienda. Esa condonación de 2.124 millones (que supone un 23% de nuestra deuda total con el FLA) implicaría que este año tuviéramos que pagar unos 80 millones menos de intereses y 210 millones menos de amortización. Esto es como si te llama el banco, te ofrece una condonación de tu préstamo que reduce tu cuota y tus intereses, y tú dices «ay, no, si también le condonas a mi vecino, no la quiero».

No piensen que acaban aquí nuestras penurias: también hemos renunciado a la subida de sueldo. El Partido Popular en el Congreso tumbó dos leyes que nos afectan directamente a todos. Una de ellas es la Senda de Estabilidad anual (el límite máximo que pueden gastar las administraciones públicas). Como no se aprobó, seguimos con la de 2023. La otra es la ley de actualización anual de las Entregas a Cuenta a las comunidades autónomas. Así que en la calle Génova se decidió que, por una razón u otra, Aragón dejara de disponer de unos 535 millones este año. Unas decisiones ante las que Azcón y el resto de presidentes autonómicos del PP se han plegado sin decir «ni esta boca es mía».

Vaya festival de millones, ¿verdad? Casi marea. Quédense solo con una cifra, la suma total: casi 900 millones. Eso equivale al 10% de nuestro presupuesto.

Así sí que se entiende que el Gobierno de Aragón no pueda aprobar sus presupuestos, o que para hacerlo tenga que recortar salvajemente los servicios públicos. Se entiende que las listas de espera en los hospitales se estén disparando, que el Plan de Salud Mental se haya quedado en nada, que la atención primaria esté cada día más precarizada. Así se entiende que la escuela rural haya sufrido recortes, que los programas de atención educativa tambaleen, que se tarden meses en cubrir las plazas vacantes en la administración de justicia. La lista de víctimas es inmensa y afecta a todas las áreas.

Eso sí, mientras la sanidad pública aragonesa ha entrado en una crisis estructural que ha llevado a una oleada de dimisiones y movilizaciones sin precedentes, en Zaragoza tenemos un festival de flores y luces cada mes. También tenemos un nuevo y reluciente hospital privado a cuyo servicio se han puesto, con gran rapidez y eficiencia, líneas de bus, zonas de aparcamiento, viales y bajadas de impuestos.

Adelgazan el servicio público, con la excusa del «no hay dinero», y refuerzan el jugoso negocio de la sanidad privada aprovechando que andamos todos aturdidos con ese cóctel embriagador hecho de desconocimiento, odio, demagogia y poder mediático. Una jugada maestra.

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