Opinión
Insensatos de codicia
Nadie está preparado para una guerra, tampoco para una pandemia, ni para una catástrofe natural
Nos preparan para la guerra como los padres preparan a sus hijos para un primer día de escuela. Lo hacen con atención, con cierto mimo e intentado que el pánico no cunda y asegurándonos que no estamos solos y que un kit de supervivencia durante 72 horas será nuestro salvavidas mientras el mundo que hemos conocido se desmorona sin que entendamos muy bien las razones de tanto odio, de tanta crispación y de tanto deseo de herir al otro hasta dejarlo en estado vegetativo.
Nos dicen que tenemos que estar preparados y al igual que los padres cuando llevan a su hijo al colegio por primera vez nos dicen que estemos tranquilos, que no lloremos, que nos acostumbraremos y que es necesario estar preparados. ¿Preparados para qué?, me pregunto con total ingenuidad. Porque nadie está preparado para una guerra, tampoco para una pandemia, ni para una catástrofe natural.
Y no lo estamos porque básicamente no estamos preparados para la muerte y tampoco entendemos que el mal hacer o la mala fe de determinados mandatarios políticos propios y mundiales nos lleven por esos derroteros y que ahora lo imprescindible sea tener lo básico en casa y así si las cosas salen mal la culpa será nuestra por no tener tiritas, esparadrapo, alcohol, pastillas para el dolor, reserva de las medicinas prescritas para los miembros de la casa, alimentos no perecederos en abundancia, linternas, productos de higiene, mantas…
A veces las noticias son malas noticias y de eso nadie tiene la culpa, pero en otras ocasiones las noticias se hacen perversas por su forma de trasladarlas a la sociedad generando una sensación de pánico no exento de cierto sarcasmo y de una dosis de indignación al entender que allá arriba no hay nadie y que si lo hay está en sus cosas de malos contra buenos sin saber muy bien ni quiénes son los malos ni quiénes son los buenos. Si acaso los hay.
Ayer a última hora de la tarde entré en un supermercado, iba a comprar una botella de vino y un poco de queso, y vi muchas estanterías vacías y pensé que no podía ser cierto, pero lo era y me embargo una enorme tristeza al comprender que el miedo nos hace obedientes y tenemos miedo porque no queremos volver a vivir una pandemia, ni queremos nuevas danas mortales y asesinas y menos una guerra que no entendemos. Y nos haremos con el kit, claro, mientras vemos cómo los malos, que sí los hay, insensatos de codicia y ardor, acaban con las esperanzas de un mundo en paz y progreso.
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