Opinión | LA RÚBRICA
‘Chatpuzas’
La chapuza es el arte minimalista de los manitas. En cambio, lo barroco enreda lo sencillo convirtiendo lo churrigueresco en grotesco. Buscamos lo fácil, pero valoramos lo alambicado. Si es barato no puede ser bueno, decimos. Pero si es simple no puede ser la solución, concluimos. Admiramos lo rebuscado, como seres básicos, pero no sabemos simplificar porque nuestra especie es retorcida. El chapuzas es un ser inteligente, capaz de hacer todo sin nada. Un apaño logra, rápidamente, lo máximo con lo mínimo. Si hacemos un arreglo, la elaboración es más compleja. La chapuza es democrática porque ofrece igualdad de oportunidades para desarrollar esa ingeniería que todos llevamos dentro. Los chapuceros han sido tan maltratados como sus creaciones. Pero, en el fondo, son gente honrada. Los estafadores engañan con maldad. Ahora, una chapuza está llena de ingenuidad que intenta salvar un escollo con tanta torpeza como nobleza. Confundimos a un timador con un genio de la chanfla porque vamos de listillos y acabamos de pardillos. Criticamos las chapuzas porque nos burlamos de la zafiedad de sus formas, pero pasamos de puntillas sobre sus intenciones. El problema es que, intentando asear una chapuza, hacemos un chandrío y el desaguisado sabe más a chanchullo esbafado que a estofado deconstruido.
Los humanos somos una chapuza evolutiva. Por eso nos empeñamos en involucionar la naturaleza que nos acoge, para que se adapte a nuestros intereses. Incluso nuestro organismo nace con defectos de serie que no cubre ninguna garantía divina. Todos los ojos que miran tienen un punto ciego que impide percibir el conjunto del campo visual. No vemos todo lo que visionamos y vamos ciegos aunque no bebamos. Tan mala vista nos da una pista de que nuestra vida transcurre a trompicones. Otro estropicio genético es la garganta. El problema no está en la profundidad (algo que ya solucionaron, a partes iguales, el cine de adultos, las películas del Oeste y el escándalo Watergate que acabó con Nixon). Les daré una cifra aterradoramente real. El año 2022 murieron en España por atragantamiento 3.546 víctimas. Casi el doble de las 1.820 personas que fallecieron ese año en accidente de tráfico. Sólo a un chapuzas de la genética se le ocurriría mezclar, temerariamente, los conductos que llevan aire y alimento a nuestro cuerpo. En fin, que somos más un turbio Ecce Homo borjano que un Vitruvio de Leonardo.
Hay personas para las que todo son chapuzas porque son unos adefesios que sólo buscan la quimera de una perfección inalcanzable. Decimos de estos sujetos que tienen rasgos anancásticos. El nombre proviene de Ananké, diosa griega, que hoy sería como la Virgen de la Excelencia, patrona de los puristas. Para la psicología este síndrome es un trastorno de personalidad obsesivo compulsivo. Quienes lo sufren muestran un patrón persistente de preocupación por el orden, lo exquisito y el control de sí mismos, los demás y otras situaciones. Casi nada. La psicoterapia es efectiva para modular sus respuestas con mayor flexibilidad.
Decir lo que pensamos es honesto. Escribirlo en un grupo de WhatsApp resulta, además, admirable. Suspiramos por adivinar los textos borrados y nos enfadamos al leer lo que nos disgusta. Pero es el mercado de la verdad, amigo. Yo agradezco al señor Waltz, consejero del presidente norteamericano, que exprese con libertad lo que piensa de los europeos. El pobre buscaba un dentífrico y acabó invitando a sus amigos a sonreír más blanco con Signal. Así sabemos que estos ultras yanquis nos ven a los europeos como unos gorrones. Claro que los que chatean son, como Trump, unos gorrinos pig-norantes.
En Aragón, el presidente Azcón parece un zafacón de Abascal. Vimos a D. Jorge desquiciado en el pleno de esta semana. Quiso morder al recién nombrado portavoz socialista, Fernando Sabés, pero se encontró al nuevo MacGyver de la izquierda aragonesa. Así que D. Jorge acabó masticado, rabioso y sin dentadura. Respondió como un camorrista pero huyó como un escapista. Su compañera, la alcaldesa Chueca, encabeza el batallón suicida de los populares con la ultraderecha. Ha metido a los zorros de Vox a cuidar el gallinero del negocio del campo de fútbol del equipo maño. Parece que la única condición que han puesto sus colegas, cara al sol, es que la sociedad actual pase a denominarse «Camisa Nueva Romareda». Con estos fantoches al frente ¿qué más puede salir mal en nuestro Real Zaragoza? Todos estos a los que tanto les gusta mandar a golpe de chat son unos 'chatpuzas'.
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