Opinión | SALA DE MÁQUINAS
Sadismo político
El perfil de Donald Trump –refiriéndome no tanto al presidente como al monstruo– incluye, me temo, una cierta dosis de sadismo. Entendiendo por tal inclinación aquella manera de obrar que, haciendo el mal, o daño a terceros, produce placer al provocante.
Un sórdido pero placentero brillo de satisfecha excitación iluminaba mortecinamente la mirada del presidente, el corazón del monstruo, cuando Trump, habiéndose hecho previamente rodear por un centenar de estudiantes, firmó el decreto que desmantelaba la Educación pública en Estados Unidos, procediendo a despedir a la mitad de sus profesores, educadores, programadores, monitores... El silencio testimonial, en apariencia neutral, de esos estudiantes, chicos y chicas que miraban al republicano desde sus pupitres sin mover una mano, un músculo, pudo significar para muchos el apoyo de la masa estudiantil a su política de restricciones máximas, pero... ¿Qué alumno aplaudiría que aniquilasen su sistema, su formación, cursos y salidas, manuales y matrículas, extraescolares e intercambios...? Habría que ver si Trump no está ya reclutando fieles figurantes para ejercer como falsos públicos, palmeros de sus salidas de madre; a imitación de Corea del Norte o Venezuela, coreografiando con sádica meticulosidad su dictatorial política.
Otro ejemplo del sádico placer experimentado recientemente por Donald Trump podría deducirse de la alegría con que comunicó su decisión de anular los indultos concedidos por el presidente Joe Biden en sus últimas semanas de mandato; beneficios penales para un grupo de ciudadanos norteamericanos entre los que se encontraba su hijo, Hunter Biden. La circunstancia de haber el entonces presidente Biden firmado dichos indultos con rúbrica electrónica, en vez de con firma manual, podría dar origen a su anulación por incorrecto proceso administrativo; exponiendo, en consecuencia, a Hunter a los rigores de un juicio y a los riesgos de una condena; sentencia que haría feliz a Trump.
Igualmente disfrutó éste en su entrevista con Zelensky en la Casa Blanca, encadenando amenazas, una grosería tras otra, expresándose en un lenguaje callejero sobre un fondo de mezquindades, con espíritu ruin y el único propósito de machacar a su interlocutor, para dejar claro ante el mundo quien manda, por qué y para qué.
Tres ejemplos (hay bastantes más) de sadismo político.
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