Opinión | La Guindilla
Buena vecindad
Las redes sociales pueden ampliar el escenario de proximidad, pero sería demoledor que lo sustituyeran
Con sus pros y con sus contras, las redes sociales nos permiten hoy ampliar el ámbito de nuestras relaciones hasta cualquier lugar del planeta. La proximidad ya no es esencial para relacionarnos, para establecer vínculos personales y sociales. Sin embargo, o quizás por eso, hay que reivindicar actualmente el valor de la vecindad. Porque las redes sociales pueden ampliar este escenario de proximidad, pero sería demoledor, tanto a nivel personal como colectivo, que lo sustituyeran.
Para que puedan existir relaciones de vecindad es necesario un escenario apropiado. Y no siempre el urbanismo lo tiene en cuenta, creando espacios públicos adecuados y equipamientos sociales y permitiendo la existencia de establecimientos de proximidad: comercios, peluquerías, bares... Son lugares donde las personas nos conocemos y relacionamos, nudos donde fluye la información de lo más próximo, que genera sentimientos de pertenencia y vinculación. Muchas urbanizaciones carecen de espacios para el comercio de proximidad, y ello produce atonía social, falta de oportunidades para las relaciones vecinales.
Además del escenario, las relaciones de proximidad requieren interés por relacionarnos. No favorece este interés la tendencia a recluirnos en el domicilio con la amplia oferta de ocio personalizado de la televisión o internet. Ni la falta de motivación por lo público, por lo colectivo.
Por eso son tan importantes las iniciativas que promueven la convivencia vecinal y que, además, la canalizan con fines solidarios. En Aragón tenemos un buen ejemplo: el proyecto 'Acompañando-T', de la Federación de Asociaciones Vecinales de Teruel. Surgió a iniciativa del movimiento vecinal, a raíz de la implantación del Estado de Alarma por la pandemia. Entonces se llamaba 'Aislados, pero no solos'. Aprovechando las muestras de buena vecindad que surgieron en circunstancias tan adversas, estas asociaciones vecinales se propusieron organizar y mantener una red ciudadana de buena vecindad para detectar y cubrir necesidades de apoyo de personas que viven situaciones de soledad, y para favorecer la creación de vínculos que les permitan superar el aislamiento y disfrutar de la vida colectiva.
Lo definen como proyecto de buena vecindad y creación de redes ciudadanas para la convivencia y apoyo a las personas en situaciones de aislamiento. Son las personas que viven en el barrio quienes colaboran en la detección de situaciones de aislamiento y soledad, acompañan a estas personas y les ayudan a establecer vínculos con otras y a participar en la vida vecinal y ciudadana. Cuentan también con los comercios y servicios de proximidad, como colaboradores para detectar estas situaciones, con las asociaciones y organizaciones de los barrios, parroquias, gestores de fincas y, por supuesto, con los servicios sociales y sanitarios de la zona.
Su experiencia en estos cinco años ha demostrado la capacidad de la buena vecindad para vencer recelos, desconfianzas, falta de motivación y capacidad de relación... que sufren las personas cuando el aislamiento se cronifica. Les ayudan a buscar afinidades y generar vínculos, que son el verdadero antídoto contra la soledad, tratando de encontrar intereses o motivaciones comunes, para que puedan proporcionarse ayuda mutua y generar vínculos entre unas y otras, así como grupos informales donde sentirse cómodos. Estos vínculos constituyen el primer eslabón y la base para superar el aislamiento y para disfrutar de la vida vecinal y comunitaria.
Es sólo un ejemplo de todo el potencial de la buena vecindad. Porque la convivencia vecinal se expresa de manera espontánea como relaciones de reciprocidad, intercambio de favores como recoger o cuidar a niños o niñas en determinados horarios, realizar compras, recoger envíos de paquetería, guardar unas llaves por si acaso...; o en el saludo, la conversación y las pequeñas ayudas hacia personas sin hogar que también son vecinas del barrio, aunque vivan en la calle.
Las Administraciones deberían impulsar y apoyar estas iniciativas vecinales, nunca sustituirlas ni instrumentalizarlas, porque perderían su esencia. Frente a otras iniciativas solidarias, tienen la ventaja de la espontaneidad y la reciprocidad. Son, por así decirlo, más ecológicas, porque aprovechan las capacidades del entorno, las más horizontales, donde el rol de quién ayuda o quién es ayudado se difumina. Las relaciones de proximidad, la buena vecindad, nos hacen a todos la vida más fácil y más agradable. Además, contribuyen al logro de una sociedad más cohesionada, más humana.
Suscríbete para seguir leyendo
- 305 escopetas, 45 rifles, 69 pistolas o 29 revólveres: estas son las armas destruidas tras ser intervenidas
- El pueblo de Aragón con un castillo medieval que da nombre a un famoso modelo de coche
- Síntomas para descubrir a tiempo la enfermedad más mortífera y difícil de diagnosticar
- Real Zaragoza - SD Huesca: ¡La intensidad manda en este inicio!
- Urbanizar ‘Parque Venecia 2’ costará 20 millones y los primeros pisos estarán en 2027
- Brianna Fraser abandona de manera inmediata el Casademont Zaragoza
- El pueblo con peor vista de España está en Aragón: tiene menos de 40 habitantes
- La crónica del Casademont Zaragoza-Jairis: abran paso al aspirante