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Cielos y celos

La leyenda de Françoise Sagan sigue cimentándose en aquella novela, 'Bonjour, Tristesse', que tanta fama le dio, pero la autora francesa tiene una obra mucho más amplia y variada, con mucho donde elegir y leer. Una buena elección nos llevaría a abrir las páginas de 'Las maravillosas nubes', una de sus novelas cortas, vertida al castellano por Carlos Mayor y publicada por Ediciones invisibles.

En sus páginas, una mujer francesa, Josée, vive una extraña e intensa historia de amor con Alan, un norteamericano. Su romance obedecerá al chispazo de una pasión incontenible, una visceralidad de principio que, edulcorada por la juventud y belleza de los amantes, la muelle vida que llevan en Florida, el humor, la luz y los placeres mundanos no les afectará psicológicamente; pero que, a medida que el tiempo pase y ellos traten de explicarse la naturaleza de su pasión irá aflorando en forma de oscuras sombras. Proyectadas, acaso, por esas «maravillosas nubes» del título inspiradas en un poema de Baudelaire, en el que una voz pregunta a un extranjero qué es lo que ama en mayor medida, si a sus padres, a sus amigos, a Dios, al oro... para obtener como respuesta: «Amo las nubes... Las nubes que pasan... por allá... por allá... ¡Las maravillosas nubes!».

El amor de Josée se irá poco a poco nublando; a medida, sobre todo, en que los celos de Jack comiencen a desarrollarse en un marco de contradicciones, exigencias, arrepentimientos, desplantes, humillaciones, y de nuevo la disculpa, y el perdón otra vez y otra y otra, hasta que el círculo gire, más que alrededor de sus vidas, en torno a un infierno que no sabían que estaba ahí, tan cerca, rondando sus vidas cotidianas, sus salones y camas, sus conversaciones y sueños. Alan, preso de unos celos traumáticos, la hará seguir, o la vigilará él mismo, temiendo una infidelidad por su parte y, al mismo tiempo, deseándola.

De Florida, ella huirá a París. Alan la seguirá, la acosará, reconquistará y volverá a perder en un nuevo eje circular de una novela que, al no analizar sentimientos lineales ni lógicos, se enrosca y muerde la cola, asombrándonos con su fascinante lectura. Siendo esa una muy justa definición del texto: fascinante.

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