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Testimonio de Segunda

De lo que no me cabe duda es de la valentía de todas esas mujeres que denuncian a pesar de saber que se van a enfrentar al machismo imperante

El pasado viernes el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña absolvió al futbolista Dani Alves del cargo de violación a una mujer en Barcelona «por considerar que no hay pruebas y que el testimonio no es fiable». Desde ese mismo instante las reacciones no se hicieron esperar y las redes se llenaron de frases, unas a favor de la absolución del futbolista y otras, la mayoría, en contra de esa decisión judicial que lógicamente ha sido recurrida. Hubo una reacción, la de la vicepresidenta María Jesús Montero, que despertó todo un sunami de comentarios ofensivos, solicitando el Partido Popular su dimisión por decir: «Qué vergüenza que todavía se cuestione el testimonio de una víctima y se diga que la presunción de inocencia está por delante», señalando posteriormente que «la presunción de inocencia no debe impedir que se pueda expresar rechazo a que de manera sistemática se cuestione a las mujeres que son víctimas de agresiones y del machismo».

Y dicho de mejor o peor manera la vicepresidenta tiene razón, porque no cuestiona la presunción de inocencia, que es un derecho constitucional, lo que cuestiona es que siempre, una y otra vez, cuando una mujer denuncia por abusos, violación o malos tratos a personajes de cierto renombre es ella a la que finalmente se juzga y culpabiliza. Lo hemos visto en demasiadas ocasiones y la forma en la que los jueces, hombres en su mayoría, tratan a las mujeres que han denunciado acaso o violación, insinuando en ocasiones que ellas mismas se han buscado lo que les sucedió, es algo que debería avergonzar a la justicia y sobre todo preocuparle, porque cada vez que ocurre algo de eso muchas mujeres se quedan con su dolor encerradas en sus casas por miedo a ser señaladas, a convertirse nuevamente en víctimas de un horror que tienen que superar para seguir viviendo, aunque para superarlo solo cuenten con ellas mismas, sus amigas, la familia y el silencio.

Puede que la sentencia dictada por el TSJC sea «valiente», tal y como ha indicado la jueza Concha Roig, puede. De lo que no me cabe duda es de la valentía de todas esas mujeres que denuncian a pesar de saber a lo que se van a enfrentar y que no es otra cosa que un machismo imperante y el desprecio de determinados hombres hacia las mujeres por considerar que quieren acabar con esa forma de ellos en la que ellas les pertenecen. Parece mentira, pero es así y el testimonio de una mujer cuando no hay cámaras, solo su palabra, parece de segunda, como aquellos trenes que se fueron arrinconando y olvidando en los andenes muertos.

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