Opinión
Infanticidio en Gaza
¿Cuánto vale una vida humana? Depende de quién sea y de dónde sea. Es como si algunos nacieran para ser solo estadística mortal
Martes 18 de marzo de 2025, Israel bombardea Gaza por enésima vez. Más de 400 muertos. De ellos 130 niños. Y ya van más de 50.000 palestinos muertos. Sin contar los varios miles de cadáveres bajo los escombros. Un responsable de la ONU afirmó que en los cuatro primeros meses de guerra en Gaza murieron más niños que en el resto de las guerras del mundo en cuatro años.
La asepsia de unas palabras y unos números esconden y distancian el horror y la mayor crueldad posible de un ser humano: Netanyahu. Hay que poner nombre al horror. De lo contrario, nos olvidamos y parece que la crueldad humana no existe.
¿Cuánto vale una vida humana? Depende de quién sea y de dónde sea. No es lo mismo que sea estadounidense, español, africano, de Afganistán o de Gaza. Es como si algunos nacieran para ser solo estadística mortal.
Pero las palabras también discriminan. No es lo mismo muertos que asesinados. Y lo de Gaza son asesinatos. Y si son niños, y si un niño muerto es el contenido de una fotografía en primer plano, entonces tu cuerpo tiembla, tus ojos brillan y las lágrimas se escapan. Y piensas en tu nieto. Entonces esa muerte alcanza para mí un valor infinitesimal. Y quizás sería capaz de devolver esa acción. Y piensas en los gazatíes, y piensas en Hamás, y piensas en esos secuestros y muertes de judíos, que no justificas, pero que, pensando en tu nieto, sí que comprendes.
Por eso escribo hoy así, con las tripas. Porque hay muertos próximos y lejanos, propios y ajenos, conocidos y anónimos, llorados y olvidados. Ese asesino, Netanyahu, tiene nombre propio y de su mente y de su voluntad surgen tan viles asesinatos. Ese nombre, Netanyahu, jamás debe ser olvidado de cualquier memoria de un ser humano mínimamente decente. Y que el asesino pague. Porque así podrán evitarse futuros asesinatos. Porque la impunidad genera más asesinatos y más horrores. Acabemos con la impunidad. Que funcione el Tribunal Penal Internacional. Y pensar que ese tal Netanyahu es heredero de las víctimas de los campos de concentración nazis. Esos campos, tras cuya existencia Primo Levi dijo que ya no podría haber poesía.
Y los palestinos ¿cómo pueden aguantar? Sí, ya sé que Hamás comete asesinatos terroristas. Cuestión que no justifico, aunque sí puedo llegar a comprender. No lo justifico porque ¿para qué?, ¿para justificar a Netanyahu? Estos últimos días, la prensa ha informado de que, por fin, los palestinos se han manifestado contra Hamás. Cerremos el círculo vicioso que ampara tanto infanticidio y tanto asesinato. Pero los niños palestinos no solo mueren, muchos quedan heridos gravemente. Unicef calcula que entre 3.000 y 4.000 de ellos tienen al menos un miembro amputado.
En esos mismos días EEUU bombardea Yemen. Ucrania sigue en guerra, mientras Trump y Putin juegan al póquer a ver quién gana más en esa apuesta. ¿Cuántos muertos ucranianos van ya?, ¿y rusos?, ¿800.000 + 1 millón? Palabras, números, muertos lejanos, muertos anónimos, estadísticas... ¿Por qué? ¿Para qué?
Y Occidente sigue impertérrito a estas masacres. Ahora parece que piensan que también ellos pueden ser agredidos, y que, entonces, los muertos podemos ser nosotros, nuestros hijos, los nuestros. Y parece ser que nos toca rearmarnos. ¿Por qué y para qué? ¿Es esa la solución? Me resisto a pensarlo, aunque pase a formar parte del grupo de los ingenuos y de los buenistas.
Además, una cosa es poner dinero y armas, y otra muy distinta es poner los muertos. No sé en otros países, pero en España, por suerte, ya no hay guerreros. Por no haber no hay ni mili. Que, por cierto, la suprimió un tal Aznar, uno de los machotes que invadió Irak, otro caso ya olvidado: un país industrializado y moderno, cuarta potencia mundial en producción de petróleo, invisibilizado de un día para otro. ¿Se trataba de eso?
¿Y la ONU? Ese gran invento, surgido tras la 2ª Guerra Mundial, para evitar más guerras. Refórmese ya. Que tenga poder ejecutivo, que la toma de decisiones sea operativa y no un paripé escenográfico, inoperante, hipócrita y estéril. Más que rearme hay que pelear para hacer una ONU operativa, un gobierno mundial con poder decisorio. Eso dijo en el XVIII un ilustre e ilustrado ingenuo, Kant: no habrá paz en el mundo hasta que no haya un gobierno mundial. ¡Claro que sirve la filosofía! Menos rearme y más filosofía.
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